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Más amostazada entonces que nunca Juana la Larga, aprovechándose de un momento en que Juanita había subido a su cuarto, habló a don Paco de esta manera: Señor don Paco, de sobra habrá visto usted la afrenta que nos han hecho. Su hija de usted, mi señora doña Inés, tiene la culpa de todo. Se le figura que le tenemos a usted engatusado, y que le queremos chupar y le chupamos los parneses.

Refugiado Plácido en la abadía, no olvidó la afrenta jamás, pero guardó oculto su recuerdo en el lastimado centro del alma. El horror que le causaba volver de nuevo contra el padre de Elvira, la humildad y la resignación y otros sentimientos religiosos inclinaron su espíritu y le excitaron a desistir de vengarse.

De Medellin saliò la dama bella, De conocida, casta y gente clara: Y aunque fué en hermosura linda estrella, Fortuna se mostró con ella avara. Procura el capitan luego con ella Casarse, mas la muerte la llevára Entonces, y no diera mala cuenta, Causándose á si misma tanta afrenta. Casóse en mal punto, y en hora mala, Dios sabe lo que siento en escribillo.

Había pasado toda la noche sin dormir, rumiando proyectos espantosos de venganza. ¿Por qué? ¿Qué nueva afrenta había sufrido? ¿Cómo explicar tanta exasperación? ¿Qué razón había para tanta animosidad contra aquel muchacho á quien nunca había visto y á quien execraba tanto como al otro, al horrible, al infame Roussel?

Irritada la Reina, le dice que lo conoce bien y que le consta cuán grande es el orgullo de su alma bajo la hipócrita máscara de la humildad. Wolsey, descubierto, jura tomar una enérgica venganza de esta afrenta; además, un astrólogo, maestro suyo, le ha profetizado que una mujer será causa de su desgracia: ¿quién podrá serlo sino Catalina?

Era ágil y ligero como un gamo; conocía los más intrincados sitios y las más extraviadas sendas del bosque, y pronto desapareció como por encanto, no sin exclamar antes con su voz de niño, que se contraponía a la firmeza del tono: Ser padre de ella te ha salvado de la muerte. Ahora huyo, pero tal vez un día vuelva a buscarte y a exigirte su mano como sola satisfacción de mi afrenta.

La estancia en que le recibí en mis brazos, después de las bendiciones nupciales, me causa ahora rubor, como al afrentado le causa rubor el sitio en que sufrió la afrenta.

Don Pedro con esto se halló sin amigos, solo acompañado de su valor, fortuna, y razon de satisfacer el ultraje y afrenta de su casa. Al tiempo que le juzgaron todos por perdido, venció á sus enemigos varias veces, reforzados de nuevas ligas y socorros, todo los deshizo y humilló en mar, en tierra.

Era la sangre traidora que á Ataide bañado habia del leon, que aparecia, señalando, vengadora, aquel abrazo de amor, aquel delirio infinito; y cual testimonio escrito, indudable, acusador, y cual señal de una afrenta, en la blanca vestidura, marcada su huella impura, dejó una mano sangrienta. ¿Por qué, si no estás herida, si al leon no te acercaste gritó Jucef te manchaste? ¡No lo !

Y como no le dejasen acercarse á Juan Montiño, empezó á llenarle de improperios. Si no queréis que os tengamos por mujer, calláos dijo Juan Montiño acercándose al grupo ; y si queréis tomar satisfacción de esa afrenta, decidme dónde y cuándo podremos vernos, á fin de que yo os pruebe que no están fácil desagraviarse de . Ahora mismo... fuera...