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Severiana explicó minuciosamente a la señora cuanto había que hacer, advirtiéndole que la llamase si ocurría algo extraordinario. Otra vecina se quedaba también, en calidad de ayudante. A las doce, Fortunata se retiró a su casa con su marido, que fue a buscarla.

En cuanto esto llegó á su noticia, mandó se lo trajesen en una caja bien dispuesta y embetunada, porque no queria vivir lejos de él. En vano eran las amonestaciones del cardenal Cisneros; inútiles tambien las de las damas y principales personajes, advirtiéndole la necesidad de ocuparse de los negocios del reino.

Desde Santa María del Campo le escribió D. Fernando á su hija advirtiéndole de la necesidad que tenia de marcharse á Tordesillas y haciéndola saber era poblacion mas salubre que la villa de Arcos, y que por consecuencia habia determinado, se pusiese en camino para este punto. Doña Juana, se encontraba perfectamente, segun la contestaba, en Arcos.

Debemos decir en justicia que nunca Beatriz, una vez consumada la ruina de su familia, había alimentado esperanza alguna de ver un día compartidos sus sentimientos con el marqués, y sancionados por el matrimonio, advirtiéndole su razón distintamente cómo Pierrepont estaba para siempre perdido para ella y que sólo a milagro pudiera deber el verlo su marido; pero en fin, en tanto que Pedro continuase soltero podía tal vez el Cielo operar el prodigio... y este blando ensueño le daba la vida... más ahora... ¡Oh, ahora!... La dulce quimera habíase para siempre desvanecido.

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer.

El marqués de Denia, que era uno de los que continuamente estaban á su lado le escribió al rey, su hijo, advirtiéndole de esto mismo, á lo que contestaba Cárlos V: «Sufrid con resignacion las impertinencias de mi pobre madre, que el Cielo os recompensaráLo mismo les contestaban las demas personas reales.

Observando que era invencible su resistencia, le intimó resueltamente que su presencia era necesaria en el Castillo, advirtiéndole que depusiese todo temor pues seria conducido sin que nadie le ofendiera.

Que se halle hombre tan ruin como Rocafort entre tanto soldados, y capitanes no me causa admiracion; pero que entre todos ellos no se halláse un hombre de bien que detuviera, ó replicára á Rocafort, advirtiéndole, si quiera, que ofendia su fama, y obscurecia sus hechos, con ejecucion tan inhumana, y fuera de tiempo.

Y supuesto su allanamiento de acreditar la verdad por los medios que proponia, que lo auxiliase en lo posible y preciso: advirtiéndole que para asegurar el asenso á su informe, procurase traer algunas prendas de las particulares que tengan, ó de que usen aquellos españoles.

Todo parecía haber terminado aquí; pero el duque de Orleans, ignorando que Alfonso hubiese condescendido a sus deseos, y más impaciente de lo que convenía por semejante supresión, mandó escribir una segunda carta, en la cual se hacían amenazas contra el crédito de que mi hijo gozaba en la corte, advirtiéndole, que en el caso de no acceder a sus deseos, tenía un príncipe real sobrados medios para hacer sentir a quien intentara solamente ofenderle, el peso terrible de sus resentimientos y de su indignación.