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Después, recobrándose súbito, se lanzó sobre el hombre del bastón y sacudiéndole fuertemente por la solapa, le dijo con voz de trueno: ¿Y quién es usted, insolente, para pensar en cosa semejante? Soy el jefe de orden público de la provincia, y le advierto que si usted intenta la menor resistencia, haré uso de la fuerza que traigo.

Le advierto a usted que mi interés en saber si existía esa casa era por averiguar el paradero de un hombre...; de modo que recibiré el beso que usted me como quien no recibe nada. Ya ve usted si soy leal. Ahora, si usted quiere... Aquel hombre era discreto, y no insistió. Luego, a solas, Cristeta, se quedó muy pensativa.

El juez aguardó un momento la respuesta, y en seguida continuó lentamente: Advierto a usted que las reticencias podrían perjudicarla. La nihilista manifestó su indiferencia encogiéndose de hombros desdeñosamente. ¿A quién acusa usted? ¿A , o a Alejo Petrovich, o a ambos? ¡Me parece que usted quiere invertir los papeles!

No, te advierto sencillamente que hay peligro para ti, y yo quisiera preservarte de el. ?Que quereis decir? Mira, ?no ves nada? Nada. Mira bien, te digo y sin temblar. ?Que ves ahora? Veo lo que es muy capaz de hacerme temblar, pero no temo nada, veo un espectro sombrio y terrible que sale de la tierra como una divinidad infernal.

¡Hola, mon petit! gritó Simón con voz tonante, abriéndose paso en un santiamén y seguido del sonriente Tristán de Horla. ¿Qué pasa aquí? ¡Por el filo de mi espada! te advierto, Roger, que si vas á proteger á cuantos se hallen en apuro en esta tierra ya tienes tela cortada para rato.

En los tres o cuatro mil años que conocemos de historia, debiera advertirse que por sus pasos contados vamos acortando esta distancia. Yo, sin embargo, lo advierto poco. Todos los inventos, adelantos y mejoras que el hombre ha hecho, me parecen, si de acortar esta distancia se trata, como la cantidad de agua que un niño sacase del mar con una escudilla para dejarle en seco.

Ya que no lo has dicho; te lo advierto, para que sepas que soy tu amigo, que te quiero bien. ¿Comprendes? , señor. Entonces ya le dije claramente lo que tenía que decirle. has tenido amores con el señorito Juan, ¿verdad? No; no, señor. ¡Para qué negarme la verdad! ¡ has tenido amores con él, y lo que te pasa es la consecuencia natural ... ¿Comprendes? La Shele calló y bajó la cabeza.

Era absurdo esperar que se arreglasen favorablemente los asuntos embrollados por el suicidio de Fontenoy, y resultaba peligroso seguir viviendo en París. Te advierto que adivino lo que piensas hacer mañana ó tal vez esta misma noche, si consideras tu situación sin remedio.

Porque advierto a usted, señorito, que yo soy muy celosa, y si me haces alguna de las tuyas, grandísimo pillo, me la pagarás... ¡vaya si me la pagarás! Habían entrado en el camino viejo que conduce de Madrid a la Patriarcal de San Martín. Por este camino bajaban, al caer la tarde, las mendigas de las afueras para recoger la sopa en el Asilo de San Bernardino.

Cuando tío y sobrina se quedaron solos, dijo ella con la energía de quien no admite contradicción: Óigame usted bien, tío. Quiero irme a vivir solita, porque me conviene; no hay fuerzas humanas que me hagan desistir. Y le advierto a usted una cosa: que todo lo que se trae usted con la Carolina, la que estaba de corista cuando yo trabajaba.