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Tengo otra razon mas para odiar á Rosas, y la publicacion de estas Rimas es mi venganza. Odio á Rosas, no solo porque ha sido el verdugo de los Argentinos, sino porque á causa de él he tenido que vestir las armas, correr los campos, hacerme hombre político y lanzarme á la carrera tempestuosa de las revoluciones sin poder seguir mi vocacion literaria. Hoy mismo, en medio de las embriagantes agitaciones de la vida pública, no puedo menos de arrojar una mirada retrospectiva sobre los dias que han pasado, y contemplar con envidia la suerte de los que pueden gozar de horas serenas entregados en brazos de la musa meditabunda. Cuando esto me pasa, se me viene á la memoria un cuento que en otro tiempo me hizo reir, y que hoy me hace suspirar, tal es la profunda verdad que encierra. Oiga el cuento, por fin de carta. Un pobre pastor, hablando consigo mismo, se decia: ¡Ah! si yo fuera rey!.... Y bien, qué harias? preguntóle uno que le oia, sin él advertirlo. ¿Qué haria? dijo el pastor, ¡cuidaria mis ovejas á caballo! Digo lo mismo. Si fuese rey haria versos. Y sin embargo, es probable que en el resto de mi vida no haga una docena de versos: BARTOLOM

El bravo general hacía ya algún tiempo "que estaba poniendo los puntos" a la señora de Calderón, aunque ésta no daba señales de advertirlo. Jamás en sus muchas y brillantes campañas se le había presentado un caso semejante.

Lo que, salvando nuestra conciencia de historiadores veraces podemos afirmar, es que Esperancita tardó bastante tiempo en advertirlo, y que después de advertirlo no causó en ella la honda impresión que debía esperarse. En el gabinete costurero donde los introdujeron, estaban bordando D.ª Esperanza, Mariana y Esperancita.

Y si la tertulia no advirtió en la mayor estridencia de sus bufidos nasales, en su parpadear infinitamente más solemne y en la grave manera de poner una pierna sobre otra y echarse hacia atrás que algo importante, importantísimo, tenía que comunicar, fue que no quiso advertirlo.

Natural es, que necesitando comparaciones las busquemos en los objetos mas conocidos, y con los cuales nos hallamos mas familiarizados; y como en tratándose de juzgar ó conjeturar sobre la conducta ajena hemos menester calcular sobre los motivos que influyen en la determinacion de la voluntad, atendemos sin advertirlo siquiera á lo que solemos hacer nosotros, y prestamos á los demas el mismo modo de mirar y apreciar los objetos.

Mas diré: puede muy bien suceder que un profesor superficial sea mas á propósito para la simple enseñanza de los elementos que otro muy profundo; pues que este sin advertirlo, se dejará llevar á discursos que complicarán la sencillez de las primeras nociones, y así dañará á la percepcion de los alumnos poco capaces.

Si cuantos se encontraban en su recinto se hubieran escapado o se hubieran muerto de repente, habríase tardado mucho en advertirlo; los campesinos en sus cochecillos y los ciclistas sobre sus máquinas silenciosas hubieran seguido pasando por delante del muro sin sospechar nada.

Esto supone alguna reflexion sobre los actos, alguna comparacion entre el órden y constancia de los unos con el desórden é inconstancia de los otros: reflexion que hace el hombre desde su infancia, y que continua haciendo toda su vida sin advertirlo.

Se ven y aprenden muchas cosas nuevas, se ensancha el círculo de los conocimientos, se toma una idea cierta del estado de los pueblos que viven mas allá de las fronteras de su pais, se adquiere insensiblemente y sin advertirlo una suma de conocimientos especiales, se estudia, se ve, se toca, se compara, se discurre con exactitud sobre la grandeza y decadencia de las naciones.

Fuime hacia Marly y a las once volví a casa, rendido por el cansancio y la pena. Sin embargo, pude observar que la fatiga corporal es casi siempre un alivio para los dolores del alma. »A la sazón acababa de despertar Magdalena. »¡Pobre amor mío! Ella no sufre: se muere poco a poco, sin advertirlo siquiera.