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Ambos se arrogaban pues el derecho de la elección de armas... Para Luque, el arma debía ser el nobilísimo acero de la espada; para Esperoni, buen tirador de pistola, la pistola... Aun aceptando la pistola los de Jacinto, los de Publio exigían condiciones imposibles: a diez pasos de distancia y tirar indefinidamente hasta que uno de los adversarios quedase tendido en el campo del honor...

El toro, entre tanto, se mantenía en medio de la arena con la tranquilidad de un hombre valiente que, con los brazos cruzados y la frente erguida, desafía arrogantemente a sus adversarios. Pepe Vera escogió el lugar que le convenía, con su calma y desgaire acostumbrados y señalándoselo con el dedo a los chulos: ¡Aquí! les dijo.

Los médicos se apoderan de la muñeca que les tiende el vizconde, un poco pálido, y, a fuerza de apretársela, hacen salir una gotita de sangre de la herida. El duelo ha terminado, caballeros, puesto que uno de los adversarios se encuentra en condiciones de inferioridad.

Puso la otra en la diestra del teniente, y le indicó cómo debía mantenerse, el brazo doblado, el arma en alto, todo el cuerpo bien de perfil. Todavía insistió en sus indicaciones. ¡Cuidado con equivocarse! Ya lo sabía: uno... dos... tres. Quedó en mitad de la distancia que separaba á los adversarios, apartándose unos cuantos posos nada más de la línea de tiro.

Cualquiera que hubiera entrado a la sazón en el circo, no habría creído asistir a una diversión pública, sino a una solemnidad religiosa. ¡Tanto era el silencio! Los dos adversarios se contemplaban recíprocamente. Pepe Vera agitó la mano izquierda.

El discurso de don Luis prometía estar cuajado de datos interesantes y ser denunciador de graves contradicciones en el criterio y conducta de sus adversarios: el escribiente no podía dar al senador la elocuencia de que éste carecía; pero, al menos, iba a ponerle en disposición de causar efecto con la oportunidad de los recuerdos que despertase.

12 Oh Dios, no te alejes de ; Dios mío, acude pronto a mi socorro. 13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma; sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal. 14 Mas yo siempre esperaré, y añadiré sobre toda tu alabanza. 17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud y hasta ahora; manifestaré tus maravillas.

Ya que os he contado, dijo Jacobo, lo que no conocíais de mi aventura, decidme lo que yo ignoro de vuestras pesquisas. Tragomer no me explicó nada preciso cuando vino á buscarme á la isla Nou. Deseo saber en qué condiciones se va á presentar la lucha con nuestros adversarios, qué hace Sorege y dónde está Lea.

Los dos adversarios habían sido olvidados en el patio, como actores que esperan su turno para mostrarse. Toledo abrió las cajas de pistolas, dando á los dos capitanes la que había buscado aquella mañana en el Cap-Ferrat. La suerte iba á decidir cuál de ambas emplearían. No es necesario dijo el parisién . Lo mismo da una que otra. Dispóngalo todo como mejor le parezca.

27 si no temiese la ira del enemigo, no sea que se envanezcan sus adversarios, no sea que digan: Nuestra mano alta ha hecho todo esto, no el SE