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Todo, en efecto, parecía justificar sus temores. Los guerrilleros, muy inferiores en número, retrocedían. No tardó en producirse un remolino en el que se mezclaban los adversarios; los cosacos, franqueando el muro, llegaron al sendero, y un lanzazo, hábilmente dirigido, ensartó el moño de la anciana, quien sintió el hierro frío deslizarse hasta su nuca.

Además de sus comedias, escribió otras diversas obras, especialmente una colección de novelas, que se leyeron mucho en su tiempo, y un libro singular, que se tituló El paratodos, y que era una miscelánea de cuentos, comedias, autos, tratados morales y religiosos, etc. . El público acogía con el mayor favor casi todas sus obras, y así lo demuestran las muchas ediciones que se han hecho de ellas, aunque no por eso se viese libre de disgustos en su carrera literaria, teniendo adversarios encarnizados, no escasos en número, y de notoria y brillante reputación.

Las ideas insertas en esta obra, son tan singulares y opuestas á cuanto pudiera esperarse del fundador y primer maestro del drama moderno, que han movido á algunos á imaginar que Lope se propuso «burlarse de sus adversarios con el achaque de burlarse de propiopero, en esta hipótesi, sería su obra lo más inútil, defectuosa y falta de ingenio que pudiera pensarse, bastando, á nuestro juicio, leerla sin prevención para convencerse de la futilidad de semejante aserto.

12 Escógete, o tres años de hambre; o que por tres meses [seas] consumido delante de tus enemigos, y que el cuchillo de tus adversarios te alcance; o [por] tres días el cuchillo del SE

Asomado al bolsillo del gigante, se consideraba tan enorme como éste, viendo empequeñecidos á todos sus adversarios. Siempre que el Hombre-Montaña pasaba junto á un edificio público, él escupía desde la altura, como si pretendiese con esto consumar su destrucción. Varias veces rió viendo moverse abajo, como despreciables insectos, á los que estaban encargados de perseguirle.

Con aquel hombre nunca se sabía cuándo hablaba en serio. ¿Listos?... El silencio de los dos adversarios dió á entender al coronel que podía seguir sus voces de mando. ¡Fuego!... Uno... Sonó un tiro. Martínez, que sólo pensaba en el terrible tres, había disparado.

No en distinto sentido pudo afirmar Tocqueville que la poesía, la elocuencia, las gracias del espíritu, los fulgores de la imaginación, la profundidad del pensamiento, «todos esos dones del alma, repartidos por el cielo al acaso», fueron colaboradores en la obra de la democracia, y la sirvieron, aun cuando se encontraron de parte de sus adversarios, porque convergieron todos a poner de relieve la natural, la no heredada grandeza, de que nuestro espíritu es capaz.

Os acontecerá con frecuencia que los dos adversarios se quedarán sin saber qué responderos, ó pronunciando algunas expresiones vagas, inconexas, manifestando bien á las claras que les habeis salido de improviso, que no esperaban el ataque por aquel flanco, siendo quizas aquella la primera vez que se ocupan, mal de su grado, en darse cuenta á mismos del sentido de una palabra que en un cuarto de hora han empleado centenares de veces, y de que estaban haciendo infinitas aplicaciones.

Confiando en la audacia inverosímil que representaba este golpe de mano, en la sorpresa que iban á sufrir los adversarios, avanzaron por las calles como por un terreno conocido, dirigiéndose al cuartel de la policía. Los vecinos que tomaban el fresco ante sus casas saltaban de las sillas y desaparecían, adivinando lo que significaba este rápido avance de hombres armados.

Llegada la columna al río Léminton se dió la voz de alto para comer y descansar, y antes de que el sol empezara su marcha hacia el ocaso reanudaron la suya los soldados, entonando alegres canciones. Por su parte el barón deseaba vivamente llegar al término de su viaje y á tierra enemiga, para cruzar la espada y romper lanzas una vez más con los adversarios de sus anteriores campañas.