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Siguió aun entonces ataviándose; pero con adornos frívolos, con esos adornos de la Alhambra, bellos y brillantes, , pero falsos, poco artísticos, destituidos los mas, si no de gusto, de sentido.

Pero lo hermoso de las casas hindús era la fantasía de los adornos, que son como un trenzado que nunca se acaba, de flores y de plumas. En Grecia no era así, sino todo blanco y sencillo, sin lujos de colorines. En la casa de los griegos no había ventanas, porque para el griego fue siempre la casa un lugar sagrado, donde no debía mirar el extranjero.

Ambos sexos andan totalmente desnudos, y no llevan adornos de ninguna especie ni se pintan el rostro. En sus jornadas ordinarias jamas de sirven de canoas: si tienen que atravesar algun rio, lo hacen por medio de un puente colgante, formado para el caso de la manera siguiente.

El sobrante lo retornaban en efectos para el consumo de los pueblos, de los que mucha parte se invertía en adornos y alhajas de las iglesias, en algunos efectos comerciables, y una no pequeña parte en comprar vestidos costosísimos, que más servían de ridiculizar que de adorno en sus festividades.

Yo os aseguro que Madama Ester habría sabido entonces lo que era bueno. Pero qué le importa á esa zorra lo que le han puesto en la cotilla de su vestido. Lo cubrirá con su broche, ó con algún otro de esos adornos paganos en boga, y la veremos pasearse por las calles tan fresca como si tal cosa.

Fui sencillamente vestida, con un traje de lanilla gris sin adornos; pero como soy tan aturdida, se me olvidó quitarme de las orejas estos solitarios; llevé un saquillo de mano con guarniciones de plata, paraguas con puño de oro; en fin, no había más que verme para comprender que no les iba a pedir nada.

Algunos chicuelos tremolaban banderas de papel, guirnaldas de flores contrahechas y otros adornos caídos de las carrozas que la tarde anterior corrían por la Castellana. Isidro pasó varias calles formadas en su mayor parte de tapias de corral. Por encima de ellas asomaban las grandes pirámides de paja podrida destinada a la cocción de las tejerías.

Jouarre, junto a una consola, cuyas luces, entre los ramos de orquídeas, orlaban sus cabellos de aquel nimbo áureo que tan justamente le pertenece como «reina de la gracia entre las mujeres». Recuerdo aún su sonreir cansado, el vestido negro con adornos de color de oro, el abanico antiguo que tenía sobre el regazo.

Al otro, en las sepulturas espaciadas y sin adornos, partidas fuertes, guarismos abultados, cifras de un laconismo aterrador. Cercas de palos largas y estrechas limitaban estas zanjas rellenas de carne. La tierra blanqueaba como si tuviese nieve ó salitre. Era la cal revuelta con los terrones.

La tarea de inventar nuevos vestidos y adornos fué tan importante para ella y de tal modo deseó la novedad y la variedad, que la vida cambió completamente en la granja de Adán. Los hijos no vieron á su madre en muchas horas, y á veces durante jornadas enteras.