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Reclinad la cabeza sobre el cómodo respaldo del sillón, allí, bajo el corredor, frente a los árboles que una brisa imperceptible mueve apenas, a favor de ese silencio profundo e íntimo de las noches en el campo, dejad venir los recuerdos, cantar las esperanzas... Pero, con los ojos entreabiertos bajo el párpado que la quietud adormece, mirad el cuadro...

Es dulce como el arpegio de una cítara pagana; es suave como el aroma de un jardín cuando florece, ténue y leve cual la brisa que murmura en la mañana y diciendo sus murmurios nos seduce y enloquece. Con sus mimos y caricias los pesares adormece cual la música hechizante de una flauta virgiliana, y en sus mágicos encantos de beldad ultramundana, el consuelo apetecido halla el alma que padece.

Para el desarrollo de toda facultad hay una condicion indispensable: el ejercicio. En lo intelectual como en lo físico, el órgano que no funciona se adormece, pierde de su vida, el miembro que no se mueve se paraliza. Aun los genios mas privilegiados no llegan á adquirir su fuerza hercúlea, sino despues de largos trabajos.

La accion antineurálgica y antireumática de la quina no es menos patente que su accion febrífuga. Por una parte, exalta la accion cérebro-espinal, y por otra disminuye la vitalidad de la fibra; los tejidos pierden de su tonicidad y adquieren mas sensibilidad. Pero en su primera impresion adormece la una y la otra por la influencia de la congestion cerebral.

Es tu acento el susurro que adormece del aura al retozar en la floresta, y el blando caramillo que solloza, bajo el beso lunar en primavera.

Un oscuro vapor de opio y de rocío se exhala de su halo de oro, y dulcemente, filtrando por la cumbre tranquila de la montaña, resbala perezosa y armoniosamente por el valle universal. El romero se adormece sobre la tumba, el lis se inclina hacia la onda. Envolviéndose en la bruma se hunde en el reposo.

Excepto la entrada de los emigrados en la plaza del Vaticano, entre un bullicio indefinible de pueblo y millares de hachas encendidas, así como la iluminacion instantánea de la cúpula de la gran Basilica en la noche de San Pedro: exceptuadas estas dos ocasiones, repito, no he experimentado nunca un sentimiento en que más participara de esa especie de éxtasis con que adormece nuestro ánimo la percepcion de lo maravilloso.

Ella era la aurora que asoma sus dedos de rosa por la inmensa rendija entre el cielo y el mar; la hora tibia del mediodía que adormece las aguas bajo un manto de oros inquietos; la bifurcada lengua de espuma que lame las dos caras de la proa rumorosa; el viento cargado de aromas que hincha la vela como un suspiro de virgen; el beso piadoso que hace adormecerse al ahogado, sin cólera y sin resistencia, antes de bajar al abismo.

¿Qué motiva la creciente tristeza de Hasay? ¿Por qué todas las tardes, cuando el sublime artista combina en los cielos sus más divinas tintas, va al puente cual si fuera empujada por una invisible fuerza? ¿Por qué contempla con la inmovilidad de la estatua del dolor, el profundo abismo? ¿Por qué cuidadosamente limpia de gramas una frondosa planta de suspiros que crece á la orilla del río? ¿Qué maléfico genio atormenta su corazón? ¿Qué sueño la adormece? ¿Qué fantasma la despierta?

El chiste está en que el nigromántico, con toda su magia, si bien adormece á la dama, no atina á despertar en él ó á resucitar algo que hacía años dormía ó estaba muerto, y se lleva un chasco feroz, quedando en salvo la honestidad y entereza de la dama, con apacible risa y júbilo de los lectores. Si el Ariosto hubiera tratado el suceso trágicamente, lo hubiera errado.