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Los dañadores del barrio, infelices que trabajaban durante el verano en los tejares y sólo a impulsos del hambre invernal se decidían a ir de caza, admiraban al Mosco. Este no iba, como ellos, sin un arma en la faja, resignados de antemano a recibir un escopetazo o una paliza, a que los llevasen a la cárcel de El Escorial, y de allí a presidio, sin oponer la más leve resistencia.

Por cierto que es muy raro hallar bellezas indiscutibles; la de mi prima se imponía y no podía ser discutida. No gustaba siempre, porque su fisonomía era altiva y a veces algo dura, pero aun los que menos la admiraban, veíanse obligados a decir con mi tío: Es terriblemente linda.

Aquí un alfiler; el cuello un poco más abierto para dejar ver la hermosa garganta de alabastro; algunos rizos sobre la frente saliendo al desgaire por entre las flores de azahar; pegar un botón que ha saltado... María ayudaba con vivos movimientos a sus nuevas camaristas. Todas admiraban su serenidad. ¡Y, en efecto, la joven desposada no podía mostrar un rostro más jovial en aquellos momentos!

Por todo lo expuesto, nadie ponía malicia, nadie comentaba de modo injurioso la intimidad y convivencia de doña Luz y del Padre, quienes, por otro lado, donde se trataban, se veían, se hablaban y aun se admiraban inocentemente, con el mayor abandono, era en el seno de la pequeña tertulia, de la cual, nada trascendía, y en la cual todo se explicaba santísimamente, o mejor dicho, no se explicaba, pues ni para D. Anselmo y su hija y yerno, ni para D. Acisclo, ni para el cura D. Miguel, requería aquello la menor explicación.

De noche, antes de recogerse, el marqués se le entraba en el dormitorio a fumar un cigarro y charlar. La conversación ofrecía pocos lances, pues siempre versaba sobre el mismo proyecto. Decía don Pedro que le admiraban dos cosas: haberse resuelto a salir de los Pazos, y hallarse tan decidido a tomar estado, idea que antes le parecía irrealizable.

Los servidores de la catedral movían la cabeza con muestras de asentimiento oyendo a su maestro. Le admiraban como admiran siempre las gentes sencillas a los que descienden hasta ellas para ejercer el apostolado de las nuevas ideas.

Después entraba la marquesa vestida con llamativo lujo y apoyada en el brazo de él mismo, que iba de frac, con una perla enorme en la pechera. El encargado del establecimiento le saludaba familiar y respetuoso, como á un parroquiano conocidísimo; las mujeres admiraban de lejos las joyas de Elena; un groom diminuto como un gnomo se llevaba la rica capa de pieles de la señora, que esparcía un perfume de jardín de ensueño.

Los ricos aplaudían á la guardia civil cuando daba tormento, resucitando los procedimientos salvajes de la Inquisición; los pobres admiraban al fuerte, al audaz, viendo muchos de ellos la suprema gloria en la bomba de dinamita; los gobiernos, ante el más insignificante motín, abominaban de la libertad como si fuese un fardo abrumador... En otros tiempos, los católicos rancios presentaban sus pruebas de pureza de sangre para demostrar que estaban limpios de todo origen judío ó mahometano. ¿Quién podría jurar hoy que no circulaba por sus venas sangre de fraile ó de familiar del Santo Oficio?

Esta noche han aumentado dijo el campanero . El cielo de estío parece un campo de estrellas, en el que aumenta la cosecha con el buen tiempo. Gabriel se reía de la simplicidad de sus compañeros. Todos ellos admiraban a Dios, tan previsor y cuidadoso, que había fabricado la luna para que alumbrase a los hombres por las noches, y las estrellas para que la obscuridad no fuese absoluta.

Las damas, aunque admiraban también aquello de que Renan copia a los alemanes, y lo de que no hay más sabios que el P. Secchi y otros cinco o seis jesuitas, con lo demás de Götinga y de Tubinga y lo del orientalista Oppert, etc., etc., preferían oír al Magistral en sus sermones de costumbres y él también prefería agradar a las señoras.