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D. Isidoro José de Herrera, en quien en competencia se admiraban con un gran juicio, una profunda sabiduria, y una acrisolada fidelidad, exhortaba á sus feligreses á la mayor constancia, y á que no manchasen su honor con el feo tizne de la deslealtad.

No, señor, y es lástima contestó Luna con igual seriedad . Pero ya la encontrará usted en otra catedral. Aquí no podemos tenerlo todo. En la Sala Capitular, mezcla de arquitectura árabe y gótica, admiraban los visitantes la doble fila de arzobispos toledanos pintados en la pared con mitras y báculos de oro.

Llegó el día de la gran sorpresa preparada por Canterac. Los trabajadores, bajo la dirección de Moreno, colocaron los últimos árboles en la llanura inmediata al río. Grupos de curiosos admiraban desde lejos este bosque improvisado. De Fuerte Sarmiento y hasta de la capital del territorio de Neuquen iban llegando gentes atraídas por la novedad de tal fiesta.

Los cuernos de los toros no le daban miedo. «Peores cornás da el hambreLo importante era subir de prisa, y el público le había visto comenzar como espada, logrando en pocos años una inmensa popularidad. Le admiraban por lo mismo que tenían su desgracia como cierta. Enardecíase el público con infame entusiasmo ante la ceguera con que desafiaba a la muerte.

Ella había acudido ya a los procedimientos más penosos para su dignidad. Si ahora fuese la temporada de ópera, ni ella ni sus hijas podrían lucir las joyas que enorgullecían y admiraban al pobre Juanito. Estaban en una casa de préstamos.

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Muchos hombres del país, que admiraban lo mismo que los orientales la obesidad femenil, considerando una exuberancia de carnes como el acompañamiento indispensable de toda hermosura, hacían gestos de indiferencia al escuchar los elogios que dedicaban algunos á la niña de Rojas.

¡Si supierais qué sueño tengo! dijo avanzando más y colocando una mano sobre la cabeza de su hermana. ¿Sabéis con qué se quita esto? añadió sonriendo. Gonzalo la examinaba con atención. Era realmente una criatura perfecta. Cuanto más de cerca se la observase, más se admiraban las singulares partes de que estaba, dotada.

En la conciencia de todas las señoras presentes brotó al mismo tiempo la idea de que aquella era la llamada a ser la presidenta, porque a todas se imponía la marquesa por diversos conceptos: las sensatas y honradas admiraban en ella el tipo de la gran señora de virtud y de prestigio, digna y afable, que, firme en sus convicciones en medio de una sociedad frívola y corrompida, imponía sobre todos, callando siempre, la poderosa crítica del buen ejemplo.