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Sentada allí, entre el follaje, estuve pensando en ; pero con muchas ganas de llorar.... Era ya muy tarde; bajé, y a la bajada, corté muchas flores, y como no puedo mandártelas, elegí un helecho que va dentro de esta carta. Lleva una cosita... ¿a qué adivinas?

Y exhaló un profundo suspiro como si le hubiera costado mucho decir aquello. ¡Mil truenos! ¡Adivinas bien, chicuela! dijo papá amenazándola con el dedo. Ella nada contestó, y con su paso lento y cansado se dirigió hacia la puerta; en toda la tarde nadie la volvió a ver. Por mi parte, la visita del primo me dejaba bastante indiferente.

Bueno, tráeme aquel manguito. Castro se apresuró a obedecer el mandato. Clementina, cuando lo tuvo entre las manos se sentó con afectada calma en el diván, y agitándolo luego en el aire exclamó: ¿A que no adivinas lo que contiene este manguito? Sus ojos resplandecían de alegría y orgullo al mismo tiempo. Los de Castro chispearon de anhelo.

Soy el huésped que trae dinero á casa y al que se le corresponde con un poco de respeto. No finjas ignorancia, Luis.... Hace tiempo que adivinas cómo vivimos. , en tu pobreza, no has sido más afortunado que yo con mis millones. lo has dicho varias veces; en esta tierra hemos oído hablar de alguien que se llama Amor, pero por aquí no ha pasado nunca.

El viejo yérguese repentinamente en el sillón. ¿A que no adivinas en qué estoy pensando, Mamette? ¡Quizá no habrá almorzado! Y Mamette, trastornada, levantando los ojos al cielo, exclama: ¡Sin almorzar! ¡Santo Dios! Pensé que hablaban todavía de Mauricio, e iba a responder que ese buen muchacho jamás se ponía a la mesa después del mediodía. Pero no, era a a quien se referían.

Lucía se puso colorada de orgullo y de satisfacción, y siguió hablando: Apostaré á que ha ganado V. la voluntad del reverendo. ¿Está ya de nuestra parte? , sobrina, está de nuestra parte; pero, por amor de Dios, calla, que importa el secreto. Ya que lo adivinas todo, procura ser sigilosa. No tendrá V. que censurarme. Seré sigilosa.

¡Eso es demasiado! dijo la princesa. ¡A mi padre el rey nadie le ha tirado nunca de las orejas! ¡Amo, amo! dijo el gigante. Ha dicho «¡Eso es demasiadoLa princesa es nuestra. Todavía no dijo la princesa, poniéndose colorada. Tengo que ponerte tres enigmas, a que me los adivines, y si adivinas bien, enseguida nos casamos. Dime primero: ¿qué es lo que siempre está cayendo y nunca se rompe?

Eres una indecente; y en prueba de que no tienes ni pizca de sentido, ¿apostamos á que no adivinas lo que voy á hacer? ¿Cuánto va á que no lo adivinas?... Pues voy á darte para que pongas un puchero.... ¡ea! Toma, y di ahora que yo no tengo humanidad. Pero sois tan mal agradecidas, que me pondréis como chupa de dómine, y hasta puede que me echéis alguna maldición. Abur

Ya no queda más que un enigma. ¿En qué piensas y no pienso yo? ¿qué es lo que yo pienso, y no piensas? ¿qué es lo que no pensamos ni ni yo? Meñique bajó la cabeza como el que duda, y se le veía en la cara el miedo de perder. Amo dijo el gigante; si no adivinas el enigma, no te calientes las entendederas. Hazme una seña, y cargo con la princesa.

Si hoy sólo me quisieras lo mismo que ayer no me daría por satisfecha; para , las sensaciones que no aumentan disminuyen. ¿A ver si adivinas en dónde querría yo estar ahora? ¿Quieres que te lo diga? Pues quisiera estar bajo un grupo de rosales, tendida sobre»el césped, que se me figura suave como el terciopelo. » Me complace tu ambición por lo modesta dijo el doctor.