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De propósito recalqué la palabra "adivinar", pero la cantante no pareció comprender el alcance amenazador que había yo dado á mi respuesta. Sonrió y me ofreció la mano diciendo: Tengo mucho gusto, caballero, en conocer á usted. Debo confesar que en aquel minuto decisivo no había en Jenny Hawkins más que muy poca cosa de Lea Peralli.

Hermana Balî que creía adivinar el motivo el P. Camorra se llamaba Si cabayo por otro nombre y era muy travieso la tranquilizaba: ¡Nada tienes que temer! ¡si voy contigo! decía; ¿no has leido en el librito de Tandang Basio dado por el cura, que las jóvenes deben ir al convento, aun sin saberlo sus mayores, para contar lo que pasa en la casa? ¡Abá!

Observábame con desconsuelo, y pasaba el tiempo en sorber narigadas de rapé, con olvido de todas las reglas del arte, y en tratar de adivinar mi secreto, para lo que empleaba maquiavélicos medios; pero yo era impenetrable.

Mañana, seis hombres vestidos de negro, seis jueces, pronunciarán sentencia de vida o muerte, sobre nuestra pobre enferma. ¡Terrible tribunal, encargado de adivinar los fallos de Dios! »He ordenado que me avisen su llegada.

Con frecuencia me daba a traducir o escribir cartas para algunos señores de Alemania; estas cartas eran insignificantes en apariencia; pero tenían un sentido diferente y misterioso que deseaba conocer, y que no tardé en adivinar.

Su serenidad de varón ordenado, incapaz de perturbarse con frívolas aventuras, le hizo adivinar desde el primer momento el secreto de los entusiasmos y las cóleras del capitán. «Debe vivir con una mujer», se dijo al verle instalado en un hotel de Nápoles y al sufrir su mal humor en las rápidas apariciones que hacía á bordo.

Según mi padre, la mujer es quien se declara por medio de miradas fugaces, que ella misma niega más tarde a su propia conciencia si es menester, y de las cuales, más que leer, logra el hombre a quien van dirigidas adivinar el significado.

Había entrado con una expresión interrogante en los ojos. Sentía la inquietud de toda mujer á la segunda entrevista de amor. Deseaba adivinar las impresiones de él, convencerse de su gratitud, tener la certeza de que la embriaguez de la primera hora no se había disipado durante su ausencia.

Yo pensaba entonces que el escuro perfume de los jardines era vuestro aliento, ¡y mis pupilas, fijas en la altura, querían adivinar lo que sabían y aun saben de nosotros las estrellas!... ¡Yo os adoro, Beatriz!... La niña suspiró otra vez, y Ramiro sintió que su manita buscaba la suya. Sus dedos se entrelazaron, se ciñeron apasionadamente. ¡Cuán dichoso me siento! balbuceó entonces Ramiro.

Acuérdate, Pepito, que y yo, cuando éramos muchachos y vivíamos en la Universidad, nos hemos deslizado ocultamente en los almacenes de la Facultad de Historia para ver de cerca las bestias de acero, gloriosas y mudas, sin poder adivinar cómo funcionaron en otros tiempos....