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Ámonos decía la vieja con gran exaltación en la voz y los ademanes. Ámonos a Jerez en seguía. Quiero que antes de que amenesca la vean todos los nuestros, tan bonita y tan arreglá como la misma Mare de Dios. Quiero que la vea el abuelo, mi padre, cabayeros; el gitano más viejo de toa Andalusía, y que la bendiga el pobresito con sus manos de Pae Santo, que tiemblan y paese que tienen lus.

Mientras yo predicaba justamente la prudencia, apoderóse de un demonio, que experimentó un maligno placer obligándome sin decir oxte ni moxte a hacer ademanes contrarios.

Contrariado por su descubrimiento, fué aproximándose para saludar á la Torrebianca. Luego invitó á Watson, con ademanes y palabras en voz baja, á que se fuese con él; pero el joven fingía no entenderle.

Ya la comedia es un mapa, Donde no un dedo distante Verás á Londres y á Roma, A Valladolid y á Gante. Muy poco importa al oyente, Que yo en un punto me pase Desde Alemania á Guinea, Sin del teatro mudarme. El pensamiento es ligero; Bien pueden acompañarme Con él, do quiera que fuere, Sin perderme ni cansarmeBuen talle no le perdono, Si es que ha de hacer los galanes: No afectado en ademanes.

Precedíalos un hombre de cincuenta á sesenta años de edad, de robusto cuerpo y atezado rostro, bajo cuyas pobladísimas cejas brillaban dos ojos de imperiosa y penetrante mirada. Llevaba larga barba entrecana y todo en su aspecto y ademanes revelaba al hombre acostumbrado á mandar y á ser obedecido.

No se distinguen los rostros, son los ademanes de una rara lentitud y las figuras parecen vestir túnicas de niebla. DO

Era Virginia Déjazet algo más que una actriz; era también una escultora, una modeladora prodigiosa de misma, y sus recursos para transformarse y dar á su rostro expresiones diversas y á sus ademanes ritmos distintos parecían inagotables.

Sigue siendo joven en la voz, en los ojos, en sus ademanes vivaces y torpes, pero va disfrazado de anciano. Este se alegra más que los otros de ver al príncipe. No cesa de alabar á la casualidad, que ha hecho venir á Lubimoff y que acaba de hacerle encontrar á don Marcos. Si tarda usted dos días, príncipe, no tengo el placer de verle. Me voy á mi tierra pasado mañana.

Estaba Lubimoff en el parapeto que da sobre el mar libre, sentado entre dos cañones, cuando vió la llegada de Novoa por los baluartes que dominan el puerto. Al reconocer al príncipe apresuró su blanda marcha, acercándose á él con la mano tendida. ¡Simpático profesor! Nunca le parecieron á Miguel sus ademanes francos con tanto atractivo como ahora.

Mientras tanto, el ingeniero francés avanzaba entre los árboles con Elena ó se detenía para mostrarle los ejemplares más corpulentos. Esto no es el parque de Versalles, bella marquesa dijo imitando los ademanes galantes de otros siglos , pero representa, á pesar de su modestia, el gran interés que tiene un hombre en serle agradable.