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Se veían blancos veleros anclados al final de la pendiente, un pedazo de lámina acuática y las casas del muelle opuesto, empequeñecidas por la distancia. En otras aparecía como último plano la montaña de Nuestra Señora de la Guardia, con su basílica puntiaguda y la brillante estatua final, semejante á una llama de oro inmóvil y tortuosa.

Primeramente vió unas tierras bajas en las que parpadeaban los últimos fuegos de los faros. Luego fué reconociendo la rada, vasta extensión acuática con un marco de arenales y lagunas que reflejaban la luz indecisa del amanecer. Las gaviotas, recién despiertas, volaban en grupos sobre la inmensa copa marina.

Rasgaba la «sirena» de minuto en minuto con un aullido lúgubre esta noche blanca sobrevenida en plena tarde. A corta distancia de las bordas cerraba la bruma toda visualidad. Los que miraban abajo sólo veían unos cuantos palmos de superficie acuática. Más allá, el humo turbio y denso lo devoraba todo.

En uno de estos bañados, ó grandes lagos, se cria la planta acuática mas hermosa de América: sus hojas circulares, de dos varas de diámetro, rectamente levantadas en sus bordes, verdes en la parte de arriba y rojas en la de abajo, se estienden graciosamente sobre las aguas á la manera de las hojas del nenúfar de los bañados de Europa, ofreciendo á la vista, con sus magníficas flores de un pié de ancho, ya rosadas, ya blancas, un conjunto maravilloso digno de la vegetacion grandiosa de aquellas regiones . El padre Lacueva, y tambien uno de los intérpretes que me acompañaban en mi espedicion á Moxos, me han asegurado que el naturalista Hainck, al ver esta planta por la primera vez, trasportado de admiracion, se habia puesto de rodillas para dar gracias á la Providencia por una creacion tan prodigiosa ; y efectivamente, nada hay comparable á la alta idea que nos da esta planta de la fuerza productiva de la vegetacion.

Al alba del tercer día, los papúes y sus prisioneros llegaron a la orilla del Durga, gran río, de rápida corriente, que surca una gran parte de la vasta isla hacia Occidente, y que desemboca cerca del cabo Valke, en el trozo de mar que baña el archipiélago de las islas Arrú. Una gran aldea acuática fundada sobre altísimos pilotes ocupaba una enorme extensión de la orilla izquierda.

Gaboto lo había bautizado con el título de río de la Plata por varias planchuelas procedentes del alto Perú que le habían trocado las tribus, pero jamás en sus riberas se había encontrado una pepita de dicho metal. Era más justo su primer nombre de «Mar Dulce»: expresaba mejor su acuática inmensidad, sin orillas visibles.

En unos lugares, estos muros tenían como cimiento visible las rocas que emergían como verdosas cabezas, lavadas incesantemente por las espumas; en otros, bajaban hasta perderse en la profundidad acuática, lo mismo que los diques de los puertos, cubriendo las antiguas oquedades del promontorio, las cuevas, las caletas en formación, todos los ángulos entrantes que habían sido rellenados con tierra vegetal.

La tierra perdía sus orgullos al ser comparada con la inmensidad acuática. En el Océano habían apuntado las primeras manifestaciones de la vida, continuando luego su ciclo evolutivo sobre las montañas, surgidas igualmente de su seno. Si la tierra era la madre del hombre, el mar era su abuela. El número de los animales terrestres resultaba insignificante comparado con el de los marítimos.

El Chucro silbó, imitando a la perfección el estridente grito de una ave acuática. Al oírlo, la Pepa tiró su anzuelo y corrió a su encuentro como un perro. Peñálvez se sorprendió extraordinariamente de su actitud de esclava. Pues antes, en la vida civilizada de la estancia de don Lucas, había sido la gallega más gruñona y colérica.

Más allá, las islas de Grecia; en el fondo de una calle acuática, Constantinopla; y á continuación, bordeando la gran plaza líquida del mar Negro, una serie de puertos donde los argonautas olvidaban sus orígenes, sumidos en un hervidero de razas, acariciados por el felinismo de las eslavas, la voluptuosidad de las orientales y la avidez de las hebreas. A su derecha estaba África.