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En él encontrarás el nombre del Banco al que debes dirigirte. Quiero que seas el más rico de tu pueblo; que tus hijos se acuerden del capitán Ferragut cuando yo haya muerto. El piloto hizo un gesto de protesta ante esta muerte posible, y al mismo tiempo se restregó los ojos como si sintiera en ellos un cosquilleo intolerable. Ulises continuó sus instrucciones.

Y esta noche, juerga... la más gorda de la temporada: hasta que salga el sol. Quiero que esas muchachas, al irse a la sierra, vayan contentas y se acuerden del señorito... Y traeré tocaores para que le descansen a usté, y cantaoras para que Mariquita no haga todo el gasto... ¿Que no quiere usted mujeres de esas en Marchamalo? ¡Si mi primo no se enterará!... Bueno: no vendrán.

Art. 8.° Que los seductores se acuerden del mal que pueden originar, y que pueden algún día convertirse en seducidos. Art. 9.° Que no infrinjan este precepto, pues que de su infracción nacen los malos deseos. Art. 10. Que se retiren los vecinos del pueblo al toque de las diez de la noche, á cuya hora deben quedar apagados todos los calanes y encendidos los faroles de la calle. Art. 11.

6 Dad la cerveza al que perece, y el vino a los de amargo ánimo. 7 Beban, y se olviden de su necesidad, y de su miseria no se acuerden más. 8 Abre tu boca por el mudo, en el juicio de todos los hijos de muerte. 9 Abre tu boca, juzga justicia, y el derecho del pobre y del menesteroso. 30 [Sin] Engañosa [es] la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al SE

Lo , lo he soñado ahora, cuando me dormí pensando que me moría y que entraba en el Cielo escoltada por la mar de angelitos... ¡tan monos...! Créetelo, porque yo te lo digo... Y yo, mismamente le he de decir a la Virgen y al Verbo y Gracia que te hagan feliz y se acuerden de las amarguras que has pasado».

Yo quiero que se acuerden de la pobre Laura, pero sin sospechar nunca por qué se puso anémica y por qué murió..." Adriana y Carmen no pudieron seguir. Las lágrimas les anegaban los ojos y caían sobre las páginas del manuscrito. Las dos se pusieron a sollozar. Oyeron un ruido de pasos ligeros que se acercaban. Apareció Laura.

Rechazaste con un gesto de modestia aquellas merecidas alabanzas y con amable sonrisa, pintándose en tus ojos una suave ironía, dijiste: Mucho me admira, amigos, que los mozos del llano, tan plantados y tan galanes, los que cantan en las esfoyazas y echan ¡ijujús! en las romerías y ponen el ramo á las mozas y se crían tan rollizos con las truchas del Nalón y la carne de los terneros, se acuerden siquiera de estos pobretes de los altos.

No hagas caso de lo que digo. Tu madre sufriría un gran disgusto. El nombre de doña Bernarda, representación de la temible virtud, al caer en medio de la conversación puso serios a todos los del corro. Lo que más extraño dijo Rafael que deseaba desviar la conversación es que todos se acuerden ahora de la hija del doctor. Han pasado años y más años, sin que nadie pronunciase su nombre.