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Parecíame que habiéndome abandonado aquel que actuaba en , ya no me quedaba ningún auxiliar para encargarse de una vida que en lo sucesivo iba a abandonarme en el vacío de la ociosidad. La idea de volverme a mi casa no me pasó siquiera por la mente y el pensamiento de irme a hojear libros me hubiera puesto enfermo de asco.

El fué quien habiendo oido en Madrid hablar del pavimento de madera de las calles de Paris, entonces no adoptado todavía en España, propuso su aplicacion en Manila, estendiendo por las calles tablas, clavadas al modo como se ven en las casas; él fué quien lamentando los accidentes de los vehículos de dos ruedas, para prevenirlos discurrió que les pusieran lo menos tres; él fué tambien quien, mientras actuaba de Vice Presidente de la Junta de Sanidad, le dió por fumigarlo todo, hasta los telegramas que venían de los puntos infestados; él fué tambien quien, compadeciendo por una parte á los presidiarios que trabajaban en medio del sol y queriendo por otra ahorrar al gobierno de gastar en el equipo de los mismos, propuso vestirlos con un simple taparrabo y hacerlos trabajar, en vez de día, de noche.

Nada hice para salvarlos del total olvido, convencido de que toda cosa que es abandonada merece serlo y que no hay un solo rayo de verdadero sol perdido en todo el universo. Hecho este barrido de conciencia, me ocupé de tareas menos frívolas. Se hacía entonces mucha política por doquier y particularmente en el medio observador en que yo actuaba.

Gran calva lustrosa, bajo la cual actuaba sin cesar el prurito de la fundación de una Penitenciaría para jóvenes delincuentes, le caracterizaba, en primer término.

Actuaba dentro de la villa una junta carlista, que celebraba sus sesiones con cierto misterio y sostenía relaciones estrechas con la junta central, a la que obedecía, y frecuente correspondencia con el ejército del Pretendiente.

Mucho más valiera que el conde estuviese prevenido ya. En fin, la cosa no tenía remedio y me dispuse a aguardar. La condesita entabló conversación sobre diversos asuntos indiferentes; la compañía que actuaba en el teatro de San Fernando; el real alcázar, a cuyas recepciones familiares por las noches solía asistir cuando la reina estaba en Sevilla; la casa de las de Anguita, etc.

Un malestar inexplicable que a veces tomaba formas como de entusiasmo, a veces como de abatimiento letal, actuaba sin cesar dentro de él, absorbiendo todas sus fuerzas y pensamiento. Repitiole el ataque epiléptico, y cuando le pasó, disparataba cual si hubiera perdido la razón. Durmió luego profundamente; levantose alegre, salió, y dirigiéndose al Rastro detúvose en un puesto a comprar algo.