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La torre de al lado dió las tres; y el sol descendía llevándose consigo mi primer día de opulencia. Entonces, acorazado de libras, ¡corrí a divertirme! ¡Ah, qué día!

Usaban simples petos de lana cuando todos los guerreros se cubrían de hierro; oponían la jabalina arrojadiza á la pesada lanza; saltaban como felinos sobre el caballero acorazado para clavarle su ancha espada por los intersticios de la armadura.

Todo aparecía limpio, con la pulcritud ruda y algo torpe que pueden conseguir los hombres cuando viven lejos de las mujeres y entregados á sus propios recursos. Estas galerías tenían algo de claustro de monasterio, de cuadra de presidio, de entrepuente de acorazado. Su piso era medio metro más bajo que el de los espacios descubiertos que unían á unas trincheras con otras.

También tenía un yate, más grande que el del príncipe Lubimoff; algo así como un acorazado de primera clase.

Subían y bajaban escaleras; serpenteaban por intrincados corredores bajos de techo, angostos, con muros de acero, semejantes a los pasadizos de un acorazado. En un departamento las verduras y las flores; en otro las frutas: pirámides de manzanas y naranjas, racimos de plátanos, regimientos de piñas alineadas en los estantes como soldados barrigudos acorazados de cobre y con penachos verdes.

De modo que, prudente, acorazado, trata de prolongar su existencia cuanto puede. Terminado su trabajo diurno, ¿estará seguro de noche en un sitio abierto por todos lados? ¿Los indiscretos no fijarán en él su mirada escudriñadora? ¡Quién sabe!

Cuando en compañía del que fue primer Presidente de nuestra República, ya constituida en definitiva y reconocida por todas las naciones, don Tomás Estrada Palma, en los últimos tiempos de la revolución, en la época en que en el puerto de la Habana voló el acorazado americano «Maine», hice yo un viaje a Tampa y Cayo Hueso, esto llamó profundamente mi atención.

El que bostezaba, se santiguaba sobre la boca abierta de par en par, a fin de impedir que Satanás se le entrase por ella aprovechando la conyuntura, y a la persona resfriada que estornudaba, se le decía con el mismo objeto: "Jesús lo ayude". Un notario, que era especialista en escrituras falsas para despojar a viudas, huérfanos y tilingos, y abanderado de todas las cofradías, que hacía punta en las procesiones y andaba permanentemente acorazado con escapularios benditos, llevaba sus precauciones contra el diablo en la mesa, hasta trazar una cruz preventiva sobre cada bocado que se llevaba al buche; y al finalizar sus picardías, defraudando al diablo y al infierno, se fue "derechito al cielo", arrepentido y contrito y "confortado con los auxilios de la santa religión", como rezaban los avisos fúnebres.

Pensó con fruición en la posibilidad de que un acorazado cualquiera de los que guerreaban en los mares de Europa fondease ante este palacio de confitería, enviándole unas cuantas granadas. ¡Hermoso espectáculo!

Se vieron ante un teniente coronel, que los recibió como un ingeniero que enseña sus talleres, como un oficial de marina que muestra las baterías y torres de su acorazado. Era el jefe del batallón que ocupaba este sector de las trincheras. Don Marcelo le miró con interés al pensar que su hijo estaba bajo sus órdenes. Esto es lo mismo que un buque dijo luego de saludarles.