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Y si, prescindiendo, como debemos prescindir, de esta causa, elegimos los que más nos acomoden del verano para bailar, ¿por qué no hemos de hacerlo á la puerta de casa y con toda tranquilidad?» Y aquellos infatigables reformadores columbraron al punto en el barrio de Santa Lucía, la huerta de Noriega; en la cual huerta había un juego de bolos, y el cual juego de bolos estaba rodeado de un cobertizo de tablas, á modo de pesebrera; y exclamaron: Voi-ci notr'affaire, es decir, aquí está lo que necesitamos: amparo contra el relente y la lluvia, proximidad al hogar de cada uno, é independencia absoluta.

Otros, en su afán de acumular nombres, vengan o no al caso, se acomoden o no a la historia y geografía; la aplican los de Tintania, Turupia, y Tiar-Julia, y hasta el de Turdeto o Turbeto, suponiendo haberla fundado los turdetanos que los cartaginenses enviaron de la Bética o Andalucía, para oponerlos a Sagunto confederada de los romanos: el mismo poco caso que hacemos de estas palabras, hacémoslo extensivo a la de Terulium, que Don Juan de la Serna trae en su diccionario geográfico.

Porque los hombres, que son los principales materiales de que se componen los edificios políticos, son más difíciles de labrar y ajustar que los mármoles más duros en los edificios materiales; y así es menester que, en cuanto sea posible, se les busquen y acomoden las junturas tan a su natural que sea poco o nada lo que haya que vencer.

"Se ha dicho con amplia verdad que mientras la Grecia con su disciplina dialéctica, exhortaba a los hombres a concordar recíprocamente sus creencias, y la Iglesia cristiana les manda conformarlas a sus dogmas, el espíritu moderno requiere que se acomoden a los hechos. Tal espíritu promovió primero, y fue después inmensamente promovido por el estudio de las ciencias naturales".

Creo, porque a la vista está, que las cosas se van modificando a medida que corre el tiempo, y lo del refrán castellano que «a otros tiempos, otras costumbres y otras leyes»; pero quiero, sin dejar por eso de ser hombre del día, antes al contrario, por lo mismo que lo soy, que esas modificaciones de las costumbres y de las leyes se deriven por su propio peso, digámoslo así, de la naturaleza de las cosas mismas; que las leyes se acomoden al modo de ser de los pueblos, no los pueblos a las leyes de otra parte porque en ella den buenos frutos.