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El hierro era purificado dentro de él por una gigantesca corriente de aire que inutilizaba el carbono, el silicio y el manganeso: así se formaba el acero. No era de clase tan superior como el Siemens, por ejemplo, pero servía perfectamente para los rieles de los caminos de hierro; la gran necesidad de la vida moderna. Aresti apenas le oía, aturdido como estaba por la grandeza del espectáculo.

Honra da al que la ciñe ese acero antiguo; pero también ella la recibe de las manos de su poseedor, si éste es persona que sabe adquirirla en los campos de batalla. ¿Deshonrarás esa espada que llevó el tatarabuelo de tu padre en el sitio de Maestrich, cuando medio mundo se llamaba España? ¡La espada! exclamó el chico con sorpresa . Ya no me acordaba de la dichosa espada. Si ya no la tengo.

Algunas veces, allá en el fondo, un punto negro casi imperceptible, un jironcito tenue de vapor, un buque igual al otro, tal vez más grande... Y sin embargo continuó Maltrana , con menos valor que una hormiga en medio de las llanuras de la Mancha... Las máquinas, los salones, las murallas de acero, nada, absolutamente nada ante la inmensidad del majestuoso azul.

El desenlace de esta pieza, que se presiente ya desde el principio, es que la engañada viuda se consuela casándose con un amante desdeñado por ella, y todos se quedan satisfechos y contentos. En la titulada De fuera vendrá quien de casa nos echará, se observa al principio una imitación de El acero de Madrid, de Lope de Vega, y en su argumento otra de la comedia del mismo, De cuándo acá nos vino.

Eran aquellos soldados pertenecientes á una de las compañías de milicia que por entonces se formaban en nuestra ciudad, y en ella iba un sargento, mozo bravucón y perdonavidas, de aquellos echados para adelante y de los que, por cuestiones de poca monta, tiraban del acero y no se paraban nunca en las consecuencias de sus acaloramientos.

Como un delirante, profería, ahora, interjecciones soberbias, creyendo menear aún en la mano el acero mortífero; y la lucha, entre el resplandor de las antorchas y de los haces de luna, se reconstruyó en su imaginación: Habiendo retrocedido algunos pasos, dibujó con la espada en el aire un reto circular y magnífico, prestando a la hoja terrible apariencia.

A continuación venían los hombres de armas, los navegantes de espada, con la cabellera al rape y el perfil de pájaro de presa, todos vistiendo armadura de negro acero y algunos con la blanca cruz de Malta. De retrato en retrato, los rostros se iban afinando, sin perder la frente abombada y la nariz imperiosa de la familia.

Ciertamente las insultantes palabras que acababan de caer sobre , de una boca tan bella, tan amada y tan bárbara, habían hecho penetrar el frío de la muerte hasta las fuentes más profundas de mi vida, y dudo que una lámina de acero, abriéndose paso á través de mi corazón, me hubiera causado una sensación más horrible; pero jamás me hallé tan tranquilo.

Miraba a un lado y a otro, como si temiera encontrarse con los bigotes y los ojos severos de la Guardia civil, y luego, tras una vacilación de hombre modesto que teme revelar su importancia, llevábase una mano a los riñones y tiraba del interior de la faja, sacando un cuchillo cuyo brillo y limpieza parecían hipnotizarle. ¿Eh? decía, admirando la tersura del acero virgen y mirando a Febrer.

Era de acero fino don Manuel, y tan honrado, que nunca, por muchos que fueran sus apuros, puso su inteligencia y saber, ni excesivos ni escasos, al servicio de tantos poderosos e intrigantes como andan por el mundo, quienes suelen estar prontos a sacar de agonía a las gentes de talento menesterosas, con tal que éstas se presten a ayudar con sus habilidades el éxito de las tramas con que aquellos promueven y sustentan su fortuna: de tal modo que, si se va a ver, está hoy viviendo la gente con tantas mañas, que es ya hasta de mal gusto ser honrado.