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Ya era un rayo que daba sobre un monte, como el acero de un gigante sobre el castillo donde supone a su dama encantada; ya un león con alas, que iba de nube en nube; ya un sol virgen que de un bosque temido, como de un nido de serpientes, se levanta; ya un recodo de selva nunca vista, donde los árboles no tenían hojas, sino flores; ya un pino colosal que, con estruendo de gemidos, se quebraba; era una grande alma que se abría.

El rebaño de acero y humo se reparte, y mientras unos siguen la antigua senda, nosotros ponemos la proa al Sur, llevando sobre nuestro lomo la aventura y la ilusión, en busca de pueblos nuevos, pueblos de esperanza, pueblos de aurora, cuyos nombres suenan con el retintín del oro.

Traía el viejo el tricornio puesto, y traía su ros en la mano el joven, dejando al descubierto una cabeza enérgica y muy española, un poco tostado el rostro por el sol, con ojos negros vivísimos, que parecían retratar el temple de acero de una raza de valientes.

Muy pocos ven el andamiaje interior de acero; ninguno desea conocer el nombre de los que trabajaron en los profundos cimientos. La admiración es toda para los adornos y «firuletes» de la fachada... Y quien asentó nuestros cimientos y levantó la parte sólida de nuestro palacio, fue España.

Y de Castalia en la corriente fresca El rostro se lavó, y quedó luciente Como de acero la segur Turquesca. Pulióse luego, y adornó su frente De magestad mezclada con dulzura, Indicios claros del placer que siente.

Bajo el casco de acero brillante como un espejo, con sus dos alas de blancas plumas, caían los rubios bucles, brillaban con salvaje furor los ojos verdes y parecían palpitar las aletas de la nariz con indomable fiereza.

Para todos la sonrisa, pero para una sola una lágrima, perla rara de los corazones viriles, empañaba el brillo de sus ojos de acero, mientras el joven murmuraba con religioso fervor: ¡Mi tía Liette!

Con la mano derecha el tío Gorico le levantaba hacia el cielo, y así, extendido el brazo, como si no fuera de hueso y carne, sino de acero firmísimo, permanecía catorce ó quince minutos. Luego venía el momento de las más vivas emociones; el terror trágico en toda su fuerza. Abraham ataba al chiquillo al ara, y sacaba un truculento chafarote que llevaba al cinto.

Bien pronto las atrevidas palabras del Conde la hicieron conocer con quién se las había ... la luna, hasta entonces prudentemente encubierta con una nube espesísima, hizo brillar un instante el acero del celoso cantor delante del pecho de mi amo; poco duró el combate; la espada del Conde cayó a los pies de su rival, y un momento después ya no había un alma en todo el jardín.

Ya no era un palo, era una torre, y á continuación de esta torre iba surgiendo del mar un basamento de acero que chorreaba cascadas de espuma, un lomo gris de cetáceo, que poco á poco tomaba la forma de un vaso navegante largo y afilado. Una bandera flotó de pronto sobre el submarino. Ulises la conocía. ¡Nos van á atacar á cañonazos! gritó á Tòni . Es inútil que naveguemos en zigzags.