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Una pareja de esas que se forman con una mamá aburrida y un acompañante de compromiso, vino a sentarse a nuestro lado y nos consagró una mirada de indiscreta curiosidad. Yo aproveché la ocasión para invitar a Blanca a que abandonásemos el campo al enemigo y ella aceptó.

Una parte de la asamblea aceptó la opinión de Gurdilo; pero esta vez el orador no consiguió apoderarse de la voluntad de todos los senadores, y varios amigos de los altos señores del Consejo se levantaron á contestarle.

El era un mediterráneo, y porque la nación en cuyo borde había nacido se desinteresase de la suerte del mundo no iba á permanecer indiferente. Debía continuar donde estaba. Cuanto decía Tòni de latinismo y civilización mediterránea lo aceptó ahora como grandes verdades. Tal vez no fuesen exactas al ser examinadas por la razón, pero valían tanto como las certidumbres de los otros.

La pobre mujer no podía ofrecer nada más que una taza de leche y torta de borona, pero «¡cómo había de comer cosa tan ruin la señora condesaQue lo coma para que sepa cómo viven los pobres dijo Pedro con cierto énfasis brutal. La condesa, lejos de ofenderse, le dirigió sonriendo una mirada humilde y aceptó de manos de su espantada madre la taza de leche y la torta.

Yo no me quejo de esas reticencias; Vd. me da avisos prudentes, gran parte de los cuales acepto y pienso seguir. Si va Vd. más allá de lo justo en el recelar consiste sin duda en el interés que por se toma y que yo de todo corazón le agradezco. 4 de Mayo. Extraño es que en tantos días, yo no haya tenido tiempo para escribir a Vd.; pero tal es la verdad.

En el hogar ardía un monte de leña, con cuyo calor pudo don Paco secarse los vestidos, porque le ofrecieron, y él aceptó, un banquillo para que se sentase cerca del fuego.

Encargándome yo mismo de costear el edificio. Esta ley no podía ser negada por el Municipio: aceptó el contrato tan ventajoso para él y que yo le propuse, y fueron a su tiempo firmadas las concesiones sin dificultad alguna.

Aquí tiene a monsieur Manzanares, hombre generoso, que, según parece, está enamorado de usted y se dará por contento si puede hacer su felicidad. El señor dijo Marcela sonriendo ya sabe que en el buque no acepto nada. Bueno; pues será en tierra. Y de seguro que está deseando llegar a Buenos Aires cuanto antes, para poner a sus pies todas las blondas y puntillas de su establecimiento.

Acepto replicó don Anselmo , el ejemplo de esa dama y de ese caballero andante de los buenos tiempos antiguos que el P. Enrique nos presenta; pero dudo mucho de que el caballero haga sus proezas con la esperanza de galardón ya perdida. La misma alta opinión en que tiene a la señora de sus pensamientos le persuade de que no ha de ser ingrata.

Eso dijo. ¿Y vos?... La dejé en su creencia. Habéis hecho bien; ¿y en qué habéis quedado? Doña Ana aceptó... y cuando vuecencia quiera, yo la avisaré que... el rey... irá á verla, y la hora en que irá. Pues bien; avisadla que iré á verla esta noche. Después vendréis y me diréis á qué hora y qué seña... y me acompañaréis... Muy bien, señor.