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Es lo mismo que me dice el padre Laguardia manifestó Godofredo con un acento de inocencia que conmovió a la buena prendera. D. Jeremías es hombre de muchas letras. Algo me parece que habrá mojado en este matrimonio, porque le quiere a usted mucho.

Insisto en mi opinión de que se llame de los Patriotas isabelinos dijo el ayacucho, demostrando en su acento y en la tiesura de su mano enérgica la importancia que daba al bautismo de la sociedad proyectada. El nombre debe ser breve y sencillo. Ya tenemos el masonismo en planta indicó Salvador , con sus irrisorios misterios, sus fórmulas y necedades. No, no, hijo, aquí no hay misterios.

No es difícil, pues, encontrar el español de ayer, a poco que se observe el que tenemos delante. Al pensar en la ilustración de esta obra, quise, como he dicho al principio de la edición, que manos de otros artistas vinieran a dar a las escenas y figuras presentadas por la vida, la variedad, el acento y relieve que yo no podía darles.

El canónigo añadió, con tono que yo interpreté como implorante: ¿No me concederá usted el favor, si se lo ruego, de hacerme un poco de compañía? La súplica y el acento me repusieron en mi equilibrio habitual.

¡Oh, gentleman! suspiró con acento de reproche . ¿Por qué me ha dado ese susto?... ¡Yo que le amo tanto! A pesar de este tono de queja, se notaba en su voz y en sus ojos una expresión adorativa, como si estuviese dispuesta á sufrir nuevos terrores á cambio de contemplar la majestuosa autoridad que ejercía su amigo sobre una selva donde habían temblado de emoción tantos cazadores valerosos.

Y siempre que tal idea surgía en su mente, presentábasele de improviso hecha carne en la niña primera de los señores de Belinchón: «Pase usted, Gonzalo; papá le espera.» «¿Se ha lastimado ustedVolvían a sonar en sus oídos aquellas palabras y el acento cariñoso con que fueron pronunciadas encendía en su corazón virgen una chispa de simpatía.

El terror diole alas para huir por la calle de Alcalá, sin una idea en la mente para definir lo que pasaba, sin un acento en la garganta para lanzar un grito... Uno, lastimero y agonizante, llegó a sus oídos, y otra voz vigorosa y angustiada hendió siniestramente los aires en el silencio de la noche: ¡Cabo de guardia!... ¡Un hombre muerto!...

Giraud salió á abrir, sonrió á Marenval y se quedó estupefacto al ver á Tragomer. Su cara volvió á tomar el aspecto taciturno y cuando Marenval le preguntó: ¿Están visibles las señoras? Para el señor, ciertamente, respondió el criado, pero no si el señor de Tragomer... El acento lleno de censuras de aquella frase interrumpida impresionó profundamente á Tragomer.

Y en tanto el ausente gime, llora y pena, y en acento triste cantando se queja: Mal haya quien fía en mujer que queda.

Eran ambos de continente severo, rostro lampiño y mirada que apareciera humilde si no fuese por lo tenaz, reveladora de una voluntad poderosísima. Tenían mansedumbre en la voz, daban a sus palabras el acento de una afabilidad melosa y persuasiva, pero a veces sus pupilas parecían incendiarse en el rápido e involuntario fulgurar de una energía indomable.