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De aquí que para hacer los distingos indispensables y marcar bien los límites hasta donde se extiende mi condenación y las razones en que ésta se funda, necesite yo más espacio del que puede ofrecerme El Liberal y acaso más paciencia de la que presumo que han de tener sus lectores.

Temblaba por esa frágil existencia: ¿acaso no había nacido de su seno?

Casi todas las sueltas, especialmente, llevan en trazas indudables de la falta de conciencia y de la precipitación con que se imprimían, aunque, por otra parte, incurriríamos acaso en error, suponiendo que, para todas, ó á lo menos para la mayoría de ellas, sólo han servido textos defectuosos, como indicamos antes, puesto que, por el contrario, se desprende de su cotejo con las ediciones auténticas, que están calcadas en los manuscritos más autorizados, distinguiéndose sólo por sus yerros innumerables de imprenta, y excepcionalmente por la corrupción del texto original, si bien basta esto último para prevenirnos contra la lectura de estas impresiones sueltas, y contra las compilaciones de otras, hechas por los libreros para obtener grandes ganancias.

Dímelo todo, todo, Juan. ¿Estaba hermosa? Dicen que lo es. ¿Ha crecido mucho? ¿La hubieras reconocido?... ¿Vendrá, Juan? Acaso ha estado ya aquí; quizá... Se había puesto de pie, excitada, trémula y miraba hacia la puerta de entrada. Acaso esté aquí ahora. ¿Por qué no hablas, Juan? ¡Por Dios! Explícate.

Ni uno solo faltó a este compromiso, acaso sin ejemplo en la historia de las artes. ¡Magnífico ejemplo de abnegación, de entusiasmo religioso y de inteligencia artística, que fue digno cumplimiento del memorable acuerdo con que decretaron la erección de aquel templo y que no podemos menos de consignar!

¡Os ha retado! ¿y por eso lloráis? exclamó la condesa dulcificando el tono , ¿os ha maltratado acaso? Me ha dicho palabras que me han afectado mucho. Es un hombre falso y cruel, ¿verdad? , señora, es un hombre falso y cruel. ¡Bah! no reparéis en sus maneras brutales.

Era su recreo y su ocupación sempiterna. O cazando o hablando de caza. Por este lado simpatizaba mucho con Clara y en esta simpatía acaso se halle la oculta razón de la antipatía de Tristán.

En vano buscaríamos en Agustín Álvarez esa unidad, esa consecuencia espiritual, que tienen a menudo otros escritores y pensadores, entre su juventud y la plena madurez. No existió en él. La vida lo obligó como a tantos otros a seguir orientaciones, que acaso no fueran las predilectas a su temperamento, y así lo vemos cambiar a menudo de rumbos.

Ello es, que estas locas imaginaciones, ayudadas de los desvelos de enfermera, y acaso de alguna otra causa, marchitaban la tez de Lucía y alteraban su antes regocijado y apacible genio.

Pero ¿acaso mi escepticismo no había alcanzado también a ella? ¿Acaso no la había creído una muchachuela picardeada en una casa de vecindad y amaestrada por un fraile hipócrita? ¿Acaso no había huido de ella como quien huye de un peligro?