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Presa de una especie de éxtasis, Liette contemplaba ávidamente aquella inmensidad hinchada de vida, aquella buena nodriza que vierte a sus hijos la salud, el vigor y la fuerza y que iba acaso a devolverle su madre. Y la joven juntaba las manos en un ademán de ferviente súplica. ¿Llegamos pronto? preguntó la de Raynal después de una mirada vaga y distraída al maravilloso cuadro.

En mi tía Carmen no arraigó la murmuración ni halló tierra propicia la maledicencia, acaso porque a la nobleza de su alma repugnaba todo lo bajo y miserable. Por lo contrario, en todas ocasiones salía en defensa del ausente, desgarrado en su buen nombre por las tijeras del gremio solteríl.

Más tarde la firma de Capus sufrió un eclipsamiento de varios años, que acaso fueron muy tristes, y durante los cuales el futuro autor, aleccionado por las hieles de la vida, adquirió esa filosofía bonachona y paciente que caracteriza toda su labor.

Acaso al hablarme Monte-Cristo, yo, que también me distraigo, dije algo, como acostumbro, en alabanza del talento poético de usted, que tan claro me parece, y él lo aplicó al Himno de que me hablaba, y que yo no podía alabar por serme entonces desconocido. Ahora, que ya le conozco, creo de mi deber dar á usted con toda sinceridad y franqueza la opinión que me pide.

Las declaraciones de las señoras Pustochkina y Kravchenko, así como las confesiones de Karaulova misma, nos han trazado, de modo elocuente, el camino por donde ha llegado a esta terrible situación. Muchacha inexperta, ingenua, que acaba, acaso, de dejar la aldea, con sus alegrías sencillas e inocentes, cae en manos de un repugnante sátiro, y ve, horrorizada, que ha quedado encinta.

Sentado junto a ella mientras Zoraida, en el piano, ejecutaba una sonata, interrumpió de pronto la conversación que sostenían sobre un tema trivial, para preguntarle, con una voz humilde, si acaso tenía contra él algún motivo de resentimiento. Adriana le miró con asombro.

Acaso fue venturoso de la fortuna para Cervantes el que, necesitado de salvarse de los alguaciles que le perseguían, saltase la tapia del jardín de la casa de doña Guiomar.

Pues, hija, yo creía repuso con sequedad Magdalena que todo aquello que para era una dicha lo era también para mi amiga y mi prima, para mi buena Antoñita. ¿Necesito acaso el son de los instrumentos, el resplandor de las luces y el bullicio del baile para participar de tu dicha?

Con suave arrullo o con feroz empuje, como la lira acaso del poeta, el mar, o canta o ruje, y en su canción o en su rugido inquieta finge la mente del absorto vate recuerdos de un ayer que va pasando, de su lira en las cuerdas evocando los "gritos del combate".

Y, en efecto, poco tardó el niño en ver asomar, gateando entre los matorrales, a un hombre cuya descripción acaso había oído mil veces en las veladas, en las deshojas, acompañada de exclamaciones de terror.