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Cuando la interrogaban, ponía una cara adusta, y golpeando el suelo con el pie, se quedaba mirando en el vacío. La hermana superiora venía, inquieta, y le preguntaba, acariciándola con dulzura: ¿Qué tiene, Adrianita? ¿Ya no le reza al Señor? No, no, porque ha dejado que me compre el diablo. Y no daba otra explicación: la había comprado el diablo y ella estaba perdida para el cielo.

Y con su exuberancia meridional, la abrazó y la levantó, apartando de su frente los bucles de la cabellera, que se había deshecho, acariciándola como á una niña enferma, bebiendo sus lágrimas con besos interminables. ¡No, no la abandonaría!... Es más: estaba dispuesto á defenderla de todos sus enemigos. El no sabía quiénes eran estos enemigos; pero si necesitaba un hombre, allí le tenía á él...

La vio acercarse, en el salón, a la madre de Charito, una señora gruesa, entrada en años, de cara bondadosa y un aire de distinción sonriente; conversaba animadamente con otras señoras y se interrumpió sólo por un instante para besar a Adriana en las mejillas. Un grupo de muchachas, acercándose, la acogieron luego con pequeños gritos, acariciándola y besándola con alegría.

Y, observando que su burla oscurecía el rostro de la joven, añadió tomándole una mano y acariciándola: No hagas caso, serrana; anunciaba, , mi matrimonio, pero era contigo... ¡contigo, morena, que tienes unas pestañas que se clavan en el alma como alfileres! ¡Quita allá, falso! ¡No gastes guasa! replicó ella dándole un leve empujón.

No me voy sin tomar uno. Ya sabe usted... medios pañuelos de imitación a Chantilly, con guipure». Los he visto, hija; los he visto ayer replicó la otra dando un gran suspiro. No se desconsuele usted, querida dijo Milagros acariciándola . En Bayona se compran estas cosas por la mitad, y luego se introducen sin pagar derechos.

Adriana se acercaba a ella, solícita, y acariciándola y jugando con sus cabellos la interrogaba bruscamente, como para descubrir por sorpresa el secreto de sus pensamientos: ¿En qué pensabas? ¡Dímelo, por favor! Pero Laura, respondiendo sin hablar a sus caricias, sonreía con una dulce tranquilidad.

Todavía de , que era una coqueta... que soy una coqueta... Óyeme: no te fastidies, nada te cuesta decir que todos esos muchachos tenían la cita conmigo. Puedes estar segura que yo no cargaré con la culpa. ¡Ah! pero misma, concluyó Adriana acariciándola, has acabado por convencerte de que fue una cita, y una cita con varios.

Sería en su lecho como en la escena: de todos y de ninguno. Aquel Apolo rubio, de músculos duros y blancos como el mármol, de ojos grises, bondadosos y acariciadores, la amaba de veras. Leonora, recorriendo el pasado, confesaba que Selivestroff había sido su mejor amante. Se enroscaba a sus pies sumiso y adorador, como Hércules ante Ariadna, acariciándola las rodillas con su hermosa barba de oro.

Nadie a mi alrededor, años enteros de soledad, con un consuelo seguro, mis libros, un paisaje adorado y el trabajo, cosas todas irrealizables; y, sin embargo, esta hipótesis era la más dulce y hallaba un poco de calma acariciándola. Por fin sonaron las primeras horas de la mañana.

¡Jordán! ¡Jordán! clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dió un alarido de horror. ¡Soy yo, Alicia, soy yo! Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.