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Era un rincón apacible y silencioso, cargado en primavera de flores y trinos, que no conocían los habitantes de Madrid; un oculto paraíso, un trozo de poesía para la horda traperil acampada en el cerro inmediato. Maltrana gustaba de la tranquilidad del Caño Dorado.

Es un grito de llamada, Capitán dijo el viejo Van-Horn. ¿Habrá alguna tribu acampada por estos contornos? Ya sabéis que en la temporada de la pesca estos salvajes acuden a la costa con la esperanza de proporcionarse carne humana. El año último las tripulaciones de tres juncos fueron devoradas por los salvajes del cabo York. Lo , Van-Horn.

Mas cual no sería la sorpresa de los excursionistas al ver que á medida que se internaban en el monte, se presentaban ante su vista pequeñas casitas de yagua, y el humo que despedían las candeladas; todo eso demostraba que horas antes había estado acampada allí alguna numerosa partida de alzados, por lo que hubieron de abandonar aquel lugar teniendo en cuenta que sólo eran seis hombres, de los cuales solamente dos usaban arma larga.

Entonces Ivonet llamó á un tal Ducoureau, diciéndole: "Lleve al señor al lugar en que se encuentra acampada la 'artillería' y dígale á Saborié que he nombrado á este blanco Jefe de la Artillería del Ejército Reivindicador." Ferreiro quedó confuso, anonadado. ¿Jefe de artillería él, que no sabía ni qué forma tenía una granada, ni jamás había visto de cerca un cañón?

Unas eran de techo bajo; otras tenían en el primer piso una galería de madera, con escalerillas de tablones carcomidos, que crujían a la más leve presión como si fuesen a romperse. Maltrana no tardó en conocer la heterogénea población de las Cambroneras. Formaban un mundo aparte, una sociedad independiente dentro de la horda de miseria acampada en torno de Madrid.

Mientras se celebraba el consejo de guerra en Pamplona hallábase acampada la Guardia Blanca en las afueras de la ciudad, entre las compañías del jefe gascón La Nuit y del flamenco Ortingo, y allí se divertían tirando la espada, luchando cuerpo á cuerpo como antiguos gladiadores ó mostrando su habilidad en el manejo del arco, para lo cual les servían de blanco escudos colocados sobre las cercanas eminencias del terreno.

Después de largo tiempo de encontrarse en la provincia Oriental persiguiendo en vano á las partidas rebeldes, sin lograr que éstas lo esperaran, según costumbre inveterada en los alzados, el capitán del Escuadrón "D" de la Guardia Rural, señor José Perdomo, recibió el día 12 de junio la visita de un vecino de Río Frío, informándole que una numerosa partida de alzados se encontraba acampada en aquel lugar, por lo que el referido capitán, muy de mañana aún, dispuso que la pequeña columna que mandaba se pusiera en marcha con dirección al lugar en el cual se decía se encontraba el mencionado grupo.

La columna del comandante Rafael del Castillo, se encontraba acampada en el pequeño pueblecito de El Palmar, lugar pintoresco situado al pie de las estribaciones de las lomas de "Los Ciegos". Al amanecer, las alegres notas de la diana despertaban á todos aquellos bravos soldados de su sueño, y de sus pequeñas tiendas de campaña iban saliendo todos ya con sus equipos preparados y sus armas en la diestra.