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Parecía haber ya conseguido en parte su objeto, porque una sonrisa había plegado los labios del intendente, y durante algún tiempo bajó los ojos con aire pensativo. Sin embargo, sacudió de nuevo la cabeza con desconfianza. ¿Qué significa esto?... dijo irónicamente . Esas sólo son conjeturas que no prueban nada. ¿Sabéis acaso algo más? ¿Por qué os detenéis a medio camino? Acabad de una vez.

¿Quién? Un personaje muy alto... Acabad. Don Felipe. ¿Don Felipe de qué? Don Felipe de Austria, mi buen amigo, mi entretenimiento, mi loco. ¡Ah! ¡El rey! No os pongáis pálido, amigo mío, no os pongáis pálido; doña Clara hace tanto caso del rey como de . ¡Pero decís que hay otros!... No hay ninguno; es decir, ninguno ha logrado hacerse amar de doña Clara... á no ser que vos... ¿Yo?

Seducida mi mujer por don Juan de Guzmán, ella sedujo á uno de los galopines de cocina... estoy seguro de ello... á Cosme Aldaba... y á un paje de la reina... amante de mi hija, como don Juan de Guzmán era amante de mi mujer. Acabad de una vez. Llegamos al crimen.

Estais sobre la escena... Acabad vuestro drama con el arte grandioso del vivir. Pero tened en cuenta que si os sale tragedia no han de faltarle risas; ni han de faltarle lágrimas si os resulta comedia. El epílogo triste de tu vida se prolonga cubriendo con su gloria el silencio expresivo de la historia.

Pues bien, el hombre cuya imagen está siempre delante de sus ojos, el hombre que ha interesado tan profundamente su corazón, el hombre a quien ama con toda la fuerza tímida de su primer amor... ¡Acabad, pues! ¿Si fuerais vos, señor intendente?

Pues el padre de la dama de que os hablo era el jefe de esa valiente fuerza, y su prometido era escudero del famoso capitán. Llegó aquí la nueva de que ni un solo miembro de la Guardia había sobrevivido á una serie de cruentos combates y la pobre doncella.... ¡Acabad! gritó Roger. ¿Habláis de Doña Constanza de Morel? La misma.

El esclavo te doy, Rey, sin dinero, Y dexame la esclava, por quien muero. Tal osaste decir, cristiano infame? Llevalde abaxo, y dalde tanto palo Hasta que con su sangre se derrame El deseo que tiene torpe y malo. Dame, señor, mi esclava, y luego dame La muerte en fuego, en hierro, en gancho ó palo. Quitadmele delante, acabad presto. Por pedir mi hacienda soy molesto?

Pues bien dijo Montiño desesperado , no soy yo el asesino, sino vos, vos que me obligáis á elegir entre mi vida y la de otro; yo juro á Dios... Acabad, que lugar tendréis de jurar después. Pues bien, sea dijo el cocinero metiendo su mano derecha de una manera violenta y nerviosa en el bolsillo derecho de sus gregüescos : que Dios tenga piedad de la criatura que va á morir.

Y, por agora, acabad de dar el desta diciplina, y creedme que os será de mucho provecho, así para el alma como para el cuerpo: para el alma, por la caridad con que la haréis; para el cuerpo, porque yo que sois de complexión sanguínea, y no os podrá hacer daño sacaros un poco de sangre.

ALVAR. El mío pongo a tus pies, Pero no has de permitir Que quede en mala opinión. NARV. ¿Sobre qué fué la cuistión? ESPIN. No se la mandes decir, Que es parte y dirá a su gusto. ALVAR. Yo diré mucha verdad; Y el que más. NARV. Paso: acabad, Que ya recibo disgusto. ESPIN. Oyeme, señor, a . NARV. Ni Alvarado ni Espinosa Me han de hablar ni decir cosa; Páez lo cuente.