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Casi todas las semanas tenía que encargar barajas francesas a Buenos-Aires el pulpero de la estación, pues menudeaban los pedidos. Pasé así un año más, ocupado en la interesante faena de la cría y distrayendo mis ocios en el carteo del bridge... ¿Llegó a gustarme este juego? No tengo ahora el menor reparo en declarar que siempre me aburrió soberanamente.

En efecto, la generala exploraba a todas horas el semblante de Miguel como el marino el del tiempo. Unas veces estaba pálido, otras fatigado, otras melancólico, otras excesivamente risueño; nunca dejaba de tener alguna cosa que le llamase la atención. Esta eterna y escrupulosa inspección le había halagado al principio, después le aburrió un poco, y últimamente había llegado a irritarle.

JESSY. ¡Como usted guste...! Entonces se produjo en mi vida un fenómeno inverso: creíame dichosa, puesto que lo tenía todo, y en realidad era muy desdichada. ¡Me aburría con un aburrimiento de más de cien francos por hora...! Siguióse a esto que el señor Sautriot se aburrió viendo que yo me aburría.

No te apures por los chiquillos, que ya los tendrás, te cargarás de familia, y te aburrirás como se aburrió tu madre, y pedirás a Dios que no te más. ¿Sabes una cosa? Mejor estamos así. Los muchachos lo revuelven todo y no dan más que disgustos.

El pobre chico, aburrío, sentó plaza... Y le está muy bien el uniforme, no crea uté, con su chaquetilla azul y su sable arrastrando... Vamos, eso prueba que si quisiera otra vez volver sumiso a sus pies... Matildita frunció la frente con severidad, y con su manecita hizo un ademán dignísimo. El patio de las de Anguita. ¿Qué se le ofrecía a usted, caballero?

Durante el resto de la velada se aburrió como nunca. Al día siguiente fue a casa de las Aliaga. La acogieron con una alegría más abierta y cariñosa que la vez anterior y se manifestaron sorprendidas de que no hubiese vuelto antes.

No, señor declaró Lucía ofendida ; le entiendo a usted muy bien, y en prueba de ello voy a adivinar eso que se calló. ¡Verá usted que ! gritó, cuando Artegui hubo meneado sonriendo la cabeza . Usted se aburrió menos en esa temporada en que fue médico de afición; pero en cambio... con ver tanto muerto, y tanta sangre, y tanta barbaridad, aún se volvió usted más... más judío que antes. ¿No es así? ¿Di o no di en ello?

¿Ahora no vive usted en Sevilla? No, señor; hace seis años que estoy establecido en Cantillana. Recordé entonces el antiguo adagio español, y le dije sonriendo: «Anda el diablo en Cantillana»... ¡Ca, hombre! Ya hace mucho tiempo que no anda... Se ha marchao aburrío.