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Y murmuró al oido del General: De ése le he hablado á usted, es muy rico... la señora condesa se lo recomienda eficazmiente. ¡Ah! Un estudiante de Medicina, un tal Basilio... De ese Basilio no digo nada, repuso el P. Irene levantando las manos y abriéndolas como para decir dóminus vobiscum; ese para es agua mansa.

Así, ustedes, por ejemplo, en lugar de ser maltratados, serían muy bien recibidos en el cuartel general de los aliados. Conocen ustedes la comarca, podrían servir de guías y les pagarían espléndidamente. Hubo un instante de silencio; los cazadores se miraron otra vez; el padre había extendido las manos sobre la mesa, abriéndolas mucho, como aconsejando a sus hijos que tuvieran calma.

El no conocía otro amor que el de las comedias y las novelas, y se confesaba noblemente que el suyo no era de este género. Habituado por sus aficiones filosóficas a buscar la causa de las cosas y a desentrañar las pasiones, abriéndolas en canal para sorprender su secreto, acababa por convertir en esqueletos descarnados los sentimientos más vivos.

La ciencia fue para él otro desengaño; y lo mismo el imperio sobre los hombres, la «potencia de dominación», con todas las satisfacciones del orgullo... Al final de su existencia creía encontrar la verdadera dicha dedicándose al progreso de sus semejantes, colonizando una isla, levantando en ella la ciudad futura, en la que todos serían iguales, regidos por la santa poesía... Y para la realización de esta empresa luchaba con la tierra salvaje y con las aguas, abriéndolas un enorme canal.

Se le franquearon todas las puertas, abriéndolas de par en par y resguardándose tras las hojas de ellas, como se abren las puertas del toril para que salga la fiera a la plaza. La última que cambió algunas palabras con ella fue Fortunata, que la siguió hasta el vestíbulo movida de lástima y amistad, y aún quiso arrancarle alguna declaración de arrepentimiento.

Las ocho puertas estaban en los otros muros que cortaban en ocho piezas la longitud del pasadizo: Ambrosio de Morales, que lo reconoció y describió detenidamente, dice hablando de la estraña combinacion de estas puertas: «las cuatro primeras de hácia el alcázar se cierran hácia él, y el portero, á lo que parece, venia delante de todo el acompañamiento del rey, abriéndolas y echándolas hácia el oriente.