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La injusta distribución del bienestar; el aumento de la miseria conforme aumenta la civilización; el aprovecharse los poderosos de todos los inventos de la mecánica, ideados para suprimir el trabajo corporal y que sólo servían para hacerlo más pesado y embrutecedor; todos los males de la humanidad, provenían de la apropiación de la tierra por unos cuantos miles de hombres que no siembran y sin embargo recogen, mientras millones de seres hacen abortar al suelo sus tesoros de vida sufriendo un hambre de siglos y siglos.

Quiroga debía ser asesinado en tal punto; los asesinos son N. y N.; las pistolas han sido compradas en tal almacén; han sido vistos N. y N. para encargarse de la ejecución, y se han negado. Quiroga los ha sorprendido con la asombrosa rapidez de su marcha, pues no bien llega el chasque que anuncia su próximo arribo, cuando se presenta él mismo y hace abortar todos los preparativos.

Me parece que a estas horas ya lo ha visto claro. Tristán le abrazó riendo. Una porción de amigos de última hora acompañaron al autor hasta su casa en unión de Reynoso y de García. Este hubiera querido organizar una procesión nocturna con hachas de viento como las que solía improvisar la empresa en los triunfos de Estévanez, pero el percance de la detención había hecho abortar su idea.

Y, para concluir, el retrato a la inglesa: la dama tocada con un amplio sombrero, al pie de un olmo y con flores en las manos... ¡Ah! ¡Buen pintamonas está el tal Joaquín...! ¡Cuántos talentos hizo abortar...! ¡Qué viejo tan miserable...! Usted... usted misma tiene entusiasmo e impetuosidad... El color fluye de sus dedos... Y ¿qué está usted buscando en esa caja...?

Está, pues, fuera de duda, que cuando la fiebre se presenta con todos sus caractéres se la puede detener y aun hacerla abortar: puede estarse seguro de poder dominar sus elementos, de impedir sus manifestaciones mas graves, de conducirla, en fin, dulcemente á la curacion.

Y tan es así, que una especie de visión, de destino providencial le animaba, que contra el parecer de la inmensa mayoría de sus conciudadanos, contra el parecer casi unánime de ellos, entendió que estaban maduros los tiempos, cuando todo el mundo pensaba que su tentativa habría de abortar como extraña aventura de dementes.

Pero esto también le parecía anodino e insuficiente, y acto seguido se rectificaba con proposiciones más feroces. Ero mejor acosar a los rebeldes, abortar los planes que venían preparando, «pincharles para que saltasen antes de tiempo», y una vez se colocaran en actitud de rebeldía, ¡a ellos y que no quedase uno! Mucho guardia civil, muchos caballos, mucha artillería.

Que el hijo se le deshiciera en las entrañas sin culpa de ella. Gaetano había dicho que el viaje podría hacer fracasar el temido parto. La Valcárcel deseaba abortar, sin ningún remordimiento. No era ella; era el traqueo, el vaivén, las leyes de la naturaleza, de que tanto hablaba Bonis. El cual iba aburriendo al cochero con sus precauciones, con sus avisos continuos.