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Caen desplomados los fuertes muros de S. Salvador de Prumia, de S. Martin de Turs, de las mas insignes abadías francesas... Si esto hacen los bárbaros inciviles del norte, ¿cómo esperar mas clemencia de los bárbaros cultos de oriente y mediodia, que asuelan ya el reino de Nápoles y Sicilia, que incendian á Monte Casino, á S. Plácido de Mesina, á S. Vicente de Vulturno, pasando á cuchillo á sus indefensos moradores? ¡Ah!

No busquemos pues en nuestros anales eclesiásticos memorias de grandes abadías émulas de las que hemos nombrado; todo por el contrario induce á creer que para citar algo de lo conocido que una idea aproximada de lo que podrian ser los monasterios nuestros en las provincias dominadas por los infieles, en la época misma en que se trazaba el suntuoso plano de la abadía de S. Galo, habria que acudir á las primeras casas de la reforma cisterciense, en las cuales, prescindiendo de toda constitucion y reglamento particular, se vivia estrictamente segun la regla de S. Benito, consagrando el dia á la oracion, al estudio y al trabajo corporal, labrando los monges la tierra por sus propias manos, y empleándose personalmente en toda clase de faenas dentro y fuera de la casa, sufriendo las inclemencias de las estaciones, sin criados y familiares que les llevasen la pesada carga del servicio cotidiano y mecánico.

En el siglo de que vamos hablando no existian aun aquellas famosas abadías matrices de Cluni y del Cister, que por efecto de la inmensa importancia política y religiosa que adquirieron, no pueden en manera alguna compararse con los monasterios anteriores á la primera reformacion.

Todo esto comprendia una abadía de las principales en el siglo IX. Es claro que en España, donde la órden de S. Benito, aunque muy favorecida de los Alfonsos y Ordoños, preponderó menos, quizas por no haber sido como en los Estados de Alemania la única maestra de la civilizacion del pais en aquella ominosa edad de hierro, no serian tan poderosas las abadías, ni tan numerosas sus oficinas y dependencias.

La segunda parte es solamente de hombres sacerdotes, ó legos, los cuales aunque viven en el siglo, y bien de ordinario con el favor de estos padres obtienen pensiones, abadías, dignidades y otras rentas, tienen hecho voto de recibir el hábito de la Compañía, siempre que el general se lo mandare; por esto se llaman Jesuitas in voto; de los cuales se valen grandemente estos padres para la fábrica de su monarquía, porque los tienen en todos los reinos i provincias, y por todas las córtes de los principes y grandes, para que los sirvan en el modo que se dirá en el séptimo punto.

Mas en tiempo de Gregorio XIII le pidieron é instaron les invistiese, y diese todas las iglesias parroquiales de Roma para que allí diese principio su monarquia, y esto que no pudieron conseguir en Roma, han conseguido en Inglaterra, donde últimamente han hecho elegir un arcipreste, jesuita in voto, que en lugar de hacer la proteccion al clero persigue como rabioso lobo todos los sacerdotes que no son dependientes suyos, reduciéndolos á estado de desesperacion, privándoles con graves penas no puedan hablar entre ; con que hoy casi todo el clero inglés es jesuita in voto, ni se recibe ya ninguno en los colegios que no haya dado palabra de ser jesuita: así, cuando aquel reino volviese á la antigua verdadera fe, daria Inglaterra principio á una monarquía jesuítica, porque todas las rentas eclesiásticas, todas las abadias y otras dignidades serán dadas á jesuitas.

Llevaremos una existencia plácida y cómoda, como en aquellas abadías que durante la Edad Media fueron frescos oasis de tranquilidad y de estudio en medio de violencias y matanzas. Comeremos bien; el coronel me responde de ello. La biblioteca del yate está aquí: al vender el buque ordené á don Marcos que la instalase en el último piso. El amigo Novoa va á encontrar libros que tal vez no conoce.

No habia en España en la época á que nos referimos abadías de las que se llamaron luego inmediatas á la Sede Apostólica por no reconocer mas superior que el Papa, y tener libertad plena en la eleccion de abad sin sujetarse á la jurisdiccion del obispo.

El primero, fué poner las demás religiones en mala opinion con los principes y despues con cuantos han podido, descubriendo sus imperfecciones; y con destreza y buen modo de la opresion y caida de otros, procurar su propia grandeza; así se han señoreado de muchas abadías y gruesas rentas, quitándolas con sus relaciones á otras religiones que las tenian primero.

El que crea ver en aquellos el reflejo de los antiguos y silenciosos moradores de la celda ó los revoltosos señores de abadías, se equivoca soberanamente; ni tienen la maliciosa reserva y maquiavélica intención del claustro de la Edad Media, ni la turbulencia y fueros de los guerreros-frailes de la Reconquista, feudales señores de almena y mesnada, de cuchillo y caldera.