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Pienso que mi hijo ha muerto por ti, que aún viviría si no hubiese ido en busca tuya para recordarte que eras su padre y que te debías á nosotros... Y cuando pienso eso, te odio, ¡te odio!... ¡Has matado á mi hijo! Mi único consuelo es creer que, si tienes conciencia, sufrirás más aún que yo. Salió Ferragut de esta escena horrible con la convicción de que debía huir. Aquella casa ya no era suya.

D.ª Carolina no hizo caso alguno de estas observaciones. Antes tomó pie de ellas para vejar al fisiólogo, maldiciendo de sus aficiones y recordándole con pesadísimas palabras las quemaduras de su hija. Insistió a los pocos días con idéntica suavidad. Nada. La esposa respondió aún con más acritud y desprecio.

Sus mujeres, gravemente serias, les siguen con la vista, y más de una pronuncia en voz baja alguna oración. ¿Quién no ruega en tales casos? El mismo extraño hace votos por aquellos seres, diciendo: «Mala será la noche: sus deudos quisieran verlos ya de vueltaAsí es como el mar ensancha el corazón, enterneciendo aun á los seres más rudos.

No podía tardar en ser de día, y si los australianos llegaban a verlos era segura su acometida, que sólo cuatro hombres, aun armados de fusiles y resueltos a defenderse, no eran bastantes para resistir. ¡Adelante! repetía Van-Stael, que trataba de adelantar camino . Pronto llegaremos al campamento, y, una vez allí, podremos refugiarnos en el junco.

A la marquesa le quedaba todavía un otoño muy agradable que explotar, si hubiera querido apurar las cosechas hasta la vendimia inclusive. Contaba aún con muchos, con muchísimos golosos; porque más varios que las estaciones de la vida son los gustos de los hombres viciosos y desarreglados.

Ni usted ni yo nos moriremos tan pronto, porque aún hemos de dar mucha guerra le dijo la criada, disponiéndose con gran diligencia a darle de comer.

Para la mujer, ceder es conseguir siempre que el marido sea tierno, delicado y comprensivo. Jamás la mujer y esto es importantísimo debe herir al marido en aquello en que cifra su amor propio. Téngase en cuenta que el amor propio es más fuerte que el amor; como que muchas veces se ama por amor propio, más aun que por amor a la persona amada.

Recuerda la señora haber oído algo acerca de los primeros fósforos o mistos que vinieron al mercado, y aun haberlos visto. Era como una botellita en la cual se metía la cerilla, y salía echando lumbre.

Poseía en grado heroico la virtud de la obediencia y verdaderamente que á las grandes pruebas que en ella tuvo, hubiera cedido otra menos rendida voluntad: ver delante de gran número de infieles que le pedían el santo bautismo, y por obediencia contener su ardientísimo celo en no administrársele, ser convidado á fundar nuevas Reducciones; de que resultaban grande provecho á las almas, y á Dios tanta gloria, y á una insinuación del Superior no moverse del lugar que le estaba señalado; retirarse de improviso de los lugares en que tenía copiosa mies de almas, fueron las ocasiones que tuvo este santo varón en que hacer ostentación de su heroica obediencia; sujetando y rindiendo su misma voluntad y aun su juicio.

Apoyaba en él todo el peso de su cuerpo y marchaba casi suspendida, como un niño que da sus primeros pasos. Ya lo ve usted le dijo , estoy aún bastante débil a pesar de las apariencias. Me creía fuerte y he aquí que una apariencia de dicha ha bastado para derribarme.