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Mientras pronunciaba estas feas palabras, daba vueltas por la estancia, se quitaba el sombrero, se encogía de hombros y hacía otros gestos extravagantes. Por último soltó una carcajada. Mira, Gonzalillo le dijo don Feliciano. Acabas de pasar una pelona... pero ya vendrán tiempos mejores. Tras de lo malo siempre viene lo bueno. Las cosas del mundo hay que tomarlas con cachaza, mi queridín.

Quiero gozar la vida antes de que llegue la vejez. Nuestra hija va á tener en una rival. ¿Qué dices á esto, Pepe?... Harás bien: y siguió leyendo, sin saber lo que leía, con el pensamiento lejos, muy lejos. La comida fué triste. El millonario había llegado de su último viaje con un gesto melancólico, que desaparecía de pronto, dando lugar á extrañas nerviosidades.

El militar entró el último, después de mirar á todos los rincones de la plazuela. Bien pronto se vió luz en una de las ventanas de la casa, pero una mano cerró las maderas y no se vió más claridad.

Pero así y todo, no podían prescindir la una de la otra y formaban dentro de la casa un partido. Presentación era la preferida de su madre, como Carlota de su padre. Oiga usted, Timoteo dijo de pronto la niña volviéndose hacia el violinista con ojos risueños. ¿Qué era lo que usted tocaba hace poco? ¿Lo último?... Un stornello titulado Día de sol. ¡Qué bonito es!

Tenía seis hijos: el mayor, que contaba diez y nueve años, estaba empleado en un comercio de San Sebastián; el segundo estudiaba para piloto en Bilbao; el tercero, Adolfo, lo tenía en casa, un pedazo de madera que no servía más que para dar disgustos; venían después dos niñas de ocho y diez años, y por último, un niño de cinco que era, según todas las señas, el ídolo de sus ojos.

Esto último no provenía sólo de que hubiesen sido educadas en el lugar, sino de una idea de entonces. Yo me figuro que nuestros abuelos, hartos de la bachillería femenil, de las cultas latini-parlas y de la desenvoltura pedantesca de las damas que retratan Quevedo, Tirso y Calderón en sus obras, habían caído en el extremo contrario de empeñarse en que las mujeres no aprendiesen nada.

Las partidas de tropa veterana que se habian dejado ver por toda su jurisdiccion, habian llenado de respeto á los indios que habitan los pueblos, y ya empezaban á distinguirse algunas señales de sumision en sus vecinos, porque con apresurada diligencia venian á Tupiza los Gobernadores indios, á implorar el perdon, manifestando su mayor cuidado en acreditar no habia llegado el caso de sublevarse formalmente, lo que dió lugar al comandante, para substanciar las causas á los reos que tenia aprendidos, lo que se verificó militarmente, y justificados los delitos sufrieron el último suplicio 23 de los principales, y los restantes se condenaron á presidio y azotes: todo lo que se egecutó sin haber ocurrido la menor novedad, á pesar de las amenazas que se habian publicado en algunos papeles satíricos, que prometian atacar la villa para libertar los opresores.

Su único anhelo es lograr que los periódicos de Europa le digan al mundo: «Mr. Tal y Mr. Cual han hecho el prodigio de pasar, sanos y salvos, del valle de Chamonix al Piamonte, por encima del Monte-Blanco.» O en último caso: «Mr. Tal y Mr. Cual han perecido tristemente en uno de los precipicios del Monte-Blanco; y sus compañeros Mr. Mengano y Mr.

También fueron muy frecuentes los techos de azulejos llamados de «ladrillo por tabla» ocupando los espacios de las viguerías en forma de casetones. Por último, en los comienzos del siglo XVI se pintaron techos planos al claroscuro, con dibujos de lacerías o con casetones de estilo plateresco. Fuentes de mármoles ó revestidas de azulejos completaban la artística decoración del patio.

No quedaba duda de que el Rayo iba derecho a estrellarse inevitablemente en la costa cercana a la embocadura del Guadalquivir. No necesito decir que las velas habían sido cargadas, y que no bastando este recurso contra tan fuerte temporal, se bajaron también los masteleros. Por último, también se creyó necesario picar los palos, para evitar que el navío se precipitara bajo las olas.