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Con la misma certeza y evidencia que tengo de que el Sol trae luz y calor, que es verdad sensible, estoy asegurado que el Sol ha recibido estas fuerzas de Dios, lo qual es verdad de razon; porque así como soy llevado á creer que el Sol trae consigo estas cosas, porque por mismas nunca subsisten, y en la presencia del Sol nunca faltan, ni mas, ni menos conozco que el Sol de mismo no tiene esta potencia por aquel principio experimental, que ningun ser corporeo viene de mismo, sino de otra causa, y otro de razon natural, que no han de ir estas causas hasta el infinito, sino terminar en un ser que sea el origen y principio de todos los movimientos, y á este ser llamamos Dios.

Españoles y portugueses, al explorar las costas de África o arriesgarse Océano adentro, se establecían en las islas, que eran como puestos avanzados en esta guerra tenaz con el misterio del Mar Tenebroso.

En ambos casos se hacian tributarios de los cristianos; pero con esta notable diferencia, que los entregados por capitulacion conservaban derechos de que no podian ser legalmente despojados, y los rendidos á la fuerza, no pudiendo alegar ningun pacto escrito, solo por humanidad y equidad no eran tratados como cautivos y no se veían reducidos á ese tristísimo estado que el sabio rey D. Alfonso reconocia como la mayor malandancia que los homes pueden haber en este mundo .

Reclamo en esta guerra el puesto de capitana. ¡Inesita, mi vida, qué feliz soy! Pero, sécate esas lágrimas; que no te vea yo llorar. ¡Firmes!... Cubierto de crudas pieles de camello sujetadas por tosca correa que, al andar de los siglos, había de llamarse cíngulo en la liturgia católica, el Bautista inició en las orillas del Jordán el sacramento a que diera su nombre inmortal: el bautismo.

Ya indicamos antes la semejanza de esta comedia con una de las mejores de Fletcher, titulada The Elder brother, y enunciamos las sospechas, de que uno de estos dos poetas pudiera haber aprovechado el trabajo del otro; pero es preciso rectificar esta opinión, porque el drama español, por su estilo, ha de ser uno de los últimos de Calderón, no pudiendo haberse escrito antes del año 1625, en que murió Fletcher, y no siendo verosímil, bajo ningún concepto, que el español pudiera haber conocido el del inglés.

Encontrándose libre, por primera vez desde por la mañana, quería interrogar á su factótum. ¿Cómo va la construcción de la tienda para el baile de esta noche? El patio está ya cubierto ... Los obreros del señor Belloir no tienen que hacer más que clavar una tela en el suelo y arreglar las sillas ... Se entrará por el jardín y por las ventanas del piso bajo ... Está muy hábilmente dispuesto.

Es por esta razón que os aconsejo que me dejéis a el encargo de vender a Relámpago. Lo montaré mañana en la cacería, reemplazándoos, con mucho gusto. No tendré tanta apostura como vos en la silla, pero se admirará más al caballo que al jinete. , eso es... ¡Confiaros mi caballo!

Entonces, desde la aldea, llegan de tiempo en tiempo los sonidos de la trompa del conductor de la diligencia, medio apagados por el ruido del viento y de la lluvia. ¡Ha concluido! dice él temblando. Tengo que irme! ¿Ya?... ¿esta noche? balbucea ella con voz sorda. El dice que con un ademán. ¿Y no te veré ya nunca? Un grito domina el ruido del huracán.

Subió á su habitación, para revestirse con la levita de los desafíos. Había llegado el momento de oficiar. Quedó indeciso ante el espejo, apreciando la falta de concordancia entre esta prenda majestuosa y el sombrero hongo que le servía de remate. ¡Ah, la guerra!

El dueño del anteojo no contestó nada. Semiavergonzado el preguntón, mironos a todos los que rodeábamos al señor del anteojo, con cara de cretino como un individuo que se confiesa en una posición falsa. Pero nuestro hombre no era individuo de ceder a dos tirones y reincidió. ¿Me quiere dejar mirar un momento? El dueño del anteojo tampoco contestó esta vez.