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"Think of a girl of marriageable age who doesn't yet know how to pray! Jesús, how scandalous! If the wretch doesn't say the Diós te salve María without stopping at es contigo, and the Santa María without a pause after pecadores, as every good Christian who fears God ought to do! She doesn't know the oremus gratiam, and says mentíbus for méntibus.

*Contigo pan y cebolla*: the Spanish version for 'love in a cottage' has many parallels. Cf. for example two such widely different sources as Prov. xv, 17: "Better a dinner of herbs where love is...," and Omar Khayyam's "A book of verses" etc.

Insistís en que la mujer, según el plan divino, es para el hogar y el hombre para la sociedad y en eso consiste la verdadera división del trabajo entre las dos mitades del género humano. ¿Me quereis decir por qué, si eso fuera el plan de Dios, todas las religiones y todas las escuelas de moral coinciden en prescribir el deber al prójimo, el amor a los semejantes? ¿Se ha dirigido el Señor sólo al hombre y no a la mujer también cuando entre temblores de tierra y llamas resplandecientes entregó el mundo las tablas del Decálogo y dijo: "Ama a tu prójimo como a mismo"? ¿Se refiere al hombre y no a la mujer inclusive aquel precepto universal, contenido de toda moral y de toda religión, que dice: "Haz a tu prójimo lo que quieras que hagan contigo"? Estos preceptos me indican que el hombre y la mujer tienen deberes para con los demás, tienen deberes para con sus semejantes y que no deben concentrar su felicidad en el hogar sino también, fuera de él, en la sociedad. ¿Me quereis decir si el hogar puede ser feliz entretanto que la sociedad no lo sea, puesto que la sociedad es nada más que la ampliación y la suma de todos los hogares, y todas las miserias y males de la sociedad repercuten en el hogar de la misma manera que la felicidad y el bienestar del hogar influyen en el bienestar y felicidad de la sociedad?

Por entonces, escribió e imprimió en Londres su obra dramática más notable a mi juicio, Contigo Pan y Cebolla; refundió Las Costumbres de Antaño, y dio a luz una Cartilla política que acaso aun más que sus servicios diplomáticos le ganaría la voluntad de nuestros hombres de 1833.

DON EDUARDO. No será indigestión a buen seguro; pero, mujer, ¿qué has hecho en todo este tiempo? ¿Cómo tienes todavía así el cuarto? Vaya, que no es mala porquería. DOÑA MATILDE. Yo ... si ... ay, Eduardo, ¿cómo te puedes enfadar tanto conmigo? DON EDUARDO. No, Matilde mía, yo no me enfado contigo ... ¿cómo había yo de enfadarme contigo?